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23 de octubre de 2008
De mis recuerdos (I)
No se distingue bien, pero a la derecha de la foto se aprecia un canto del Hospital América Arias, más conocido por Maternidad de Línea, por encontrarse en la Calle Línea esquina G o Avenida de los Presidentes. En ese hospital yo nací el 10 de noviembre de 1942. En la foto de BedinCuba se aprecia, en el medio los raíles por donde bajaban y subían tranvías eléctricos. A la izquierda, antes de la mansión de techo tipo oriental (al ser en blanco y negro la foto no se puede saber, pero las tejas eran, deben todavía ser verdes), quedaba la University de la Havana Business Academy, una red de escuelas americanas donde en poco tiempo y no con mucho dinero, podías aprender mecanografía y taquigrafía en inglés y español, secretariado y contabilidad, entre otros estudios prácticos. En sus diversas filiales había máquinas de Coca-Cola, donde echabas una moneda de 0,05 centavos, fuera un medio cubano o un nickel americano, y te salía una botellita de cristal del popular refresco. En las cafeterías se podía tomar en vaso, como el del poster. Costaba 5 centavos igual, pero con hielo.
Del hospital me llevaron mis padres a vivir a una casona vieja en el Reparto Naranjito, municipio Arroyo Naranjo. Al lugar le llamaban El Club Mella, y en él vivían varias familias pertenecientes al Partido Socialista Popular. En 1944 nos mudamos para un segundo piso, de un edificio antiguo situado en Romay entre Monte y Zequeira. En ese piso funcionó la primera Asociación Nacional Campesina, dirigida por Romárico Cordero. Para una familia numerosa, el espacio era ideal, pero no para tres familias. A la familia de Francisco Dubouchet (matrimonio y tres hijos adolescentes) le dieron la primera parte, con puerta independiente y balcón para la calle. A nosotros (mis padres, un tío y yo), el medio, dos habitaciones en total y el baño para compartir con los Dobouchet y a Gilberto del Pino (él, su esposa y una hija) el final de la casa, donde quedaba la cocina y en el fondo un pequeño baño. Por suerte todos nos llevábamos bien y durante unos diez años así vivimos. Estábamos a dos cuadras de la Esquina de Tejas y a cuatro del Mercado Único o de Cuatro Caminos, que en esta foto de BedinCuba pueden ver a la izquierda. La calle Monte está toda levantada, porque fue cuando decidieron quitar de circulación los tranvías y sustituirlos por guaguas, como los cubanos le decimos a los ómnibus o buses.
Desde 1944 y hasta 1979, cuando nos mudamos para la Víbora, en el municipio 10 de Octubre, mi vida estuvo vinculada a la calle Monte, de la cual pueden ver una vista actual (debajo) tomada de Flickr. Junto con Galiano, Reina y Belascoaín, Monte formó parte de las principales arterias comerciales de la capital. Además del paso del tiempo, sus fachadas son testigos del abandono y la falta de mantenimiento. Abandono visible en la ciudad entera, a no ser en aquellos sitios donde se ha invertido para el turismo o para recaudar divisas.
La foto que sigue también es de Flickr y muestra la imagen que presenta hoy la famosa Esquina de Tejas. Donde hay una plazoleta durante años funcionó una valla de gallos y un cine, el Valentino, donde los miércoles se ofrecían funciones a 10 centavos la entrada. No fui muchas veces, porque la programación ese día era de películas mexicanas y argentinas, favoritas de los cubanos, especialmente las mujeres. Yo prefería ir al Roosevelt, como se llamaba el cine situado en Monte entre Fernandina y Romay, después del 59 le pusieron Guisa y años después engrosó la larga lista de cines habaneros que por falta de mantenimiento se derrumbaron. Según Miguel Sabater en "La Habana un cementerio de cines" (Palabra Nueva, enero de 2005), en 1949 la capital cubana contaba con 190 locales para la proyección de filmes, mientras México tenía 97 y Washington 64. En 1952 la cifra descendió a 131, pero en 1959 había unos 150. En 1981 quedaban en pie solamente 41 cines en la capital, llegando a cerrar veinte cines en tres años, algunos ubicados en el corazón de la ciudad. Luego que se rescataran y remodelaran varios, hacia 1993 se calculaba que había 52 cines funcionando en una capital con más de dos millones de habitantes.
Además del cine Valentino y la valla de gallos (en el lugar donde ahora hay una explanada y un edificio) lo que más recuerdo son las cafeterías en las otras tres esquinas restantes. La de la derecha se llamaba Bar-Cafetería Moral. En cualquiera de ellas se podía comprar un buen sandwich por muy poco dinero. Un sandwich con pan de flauta, jamón, pierna de cerdo asada, queso y pepinillo encurtido, como el de la foto inferior, costaba 0,50 centavos de peso. Una medianoche, con pan suave dulce, 0,35, y una galletica preparada (cuatro galleticas de soda con jamón, queso y pierna), 0,25 centavos. Se solía acompañar con una Malta o Maltina (0,15 centavos la botella). Una botella de refresco costaba 0,05 centavos. Las marcas más consumidas eran Coca-Cola, Pepsi-Cola, Ironbeer, Seven Up, Orange Crush, Materva, Salutaris y Jupiña.
En escuelas públicas y privadas en Cuba antes de 1959 se podía estudiar inglés. Cuando cursaba el 4to. grado mi padre me autorizó a matricular en la escuela donde de 6 a 9 de la noche, de lunes a viernes, funcionaba en el mismo local de la escuela en la cual cursaba la primaria, la Ramón Rosaínz, situada en Monte y Pila, Cerro. En esa escuela de inglés estudié cuatro años, en el primer turno, de 6 a 7. En los dos primeros niveles tuve de profesor a Tomasito, de la raza negra, famoso por ir siempre de traje con cuello y corbata. En los otros dos niveles la profesora era Berta, quien vivía en la calle 25 entre E y F, Vedado (lo sé porque una vez hicimos una fiestecita en su casa). En octubre celebrábamos Halloween.
En noviembre, el Thanksgiving Day o Día de Acción de Gracias.
Y en diciembre, por supuesto, la Navidad o Christmas, con un arbolito en el aula, adornos alegóricos e intercambio de postales y regalos.
Mi padre, barbero ambulante, sólo me podía dar un peso para el regalo. Con ese peso siempre conseguía un buen regalo. El último todavía lo recuerdo: un pomo de colonia de Elizabeth Arden. Esa fragancia ya no debe existir, pero su aroma era suave como imagino debe ser Green Tea.
Aquel frasco de colonia lo compré en Fin de Siglo, una de las grandes tiendas habaneras, ubicada en San Rafael y Águila, casi frente por frente a El Encanto. Me costó 0,99 centavos. La empleada, amable como entonces eran todas, me lo envolvió en un papel de regalo y le puso una cinta a tono, gratis. Lo que más me gustaba de la celebración en el aula era que los maestros ese día llevaban un tocadiscos y ponían canciones navideñas. De casi todas nos sabíamos las letras y las cantábamos a coro. Me gustaba mucho White Christmas por Louis Amstrong y también por Bing Crosby; The Platters en Blue Christmas; Rosmary Clooney en Jingle Bells y Frank Sinatra en Santa Claus is coming to Town. Mis tres preferidas eran Silent Night, White Christmas y Jingle Bells, de las cuales les ofrezco tres versiones muy distintas: Silent Night, cantada en irish por Enya (http://youtube.com/watch?v=AN3uPrJR7IY); White Christmas por Michael Buble (http://youtube.com/watch?v=oULq91NxkaE) y Jingle Bells, de una manga, en japonés (http://youtube.com/watch?v=mxLNIUqJ4pA).
Hasta el próximo recuerdo!
Tania Quintero Antúnez
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