Mi enfrentamiento con el régimen empezó cuando tenía 11 años y mi padre cayó preso, cinco años, sin juicio alguno, y después, cuando debió marcharse de Cuba de manera obligada, desterrado, con mis hermanos, hacia Estados Unidos, parametrado antes, alienado a raíz de los sucesos de Mariel, tuvo que esperar hasta el año 1983 y salir hacia Panamá y de ahí hacia New Jersey. Mi enfrentamiento con el régimen empezó cuando me incorporé al movimiento pictórico de los años 80, uno de los primeros movimientos contestatarios que existió en Cuba en el campo de la cultura y del arte. Mi enfrentamiento con el régimen continuó cuando mi segundo esposo murió en un extraño accidente de avión el 3 de septiembre de 1989, luego del sonado juicio de los Generales. Mi esposo conocía –mucho antes de que yo me casara con él- bastante a José Abrahantes, ex Ministro del Interior, tronado por Fidel Castro, y asesinado de manera vulgar en un trayecto de la cárcel al hospital, y se negaba a entender lo que sucedía y así lo había expresado públicamente. Así que debe quedar claro que el cinismo con que Carnicero me trata debe guardárselo, porque yo no fui catequizada a deshora. Y en realidad, mi enfrentamiento, el de mi madre, el de mi abuela, empezó cuando a los 7 años los castristas me sacaron de una iglesia (la iglesia del Padre Ángel Gaztelu, del grupo Orígenes) a pedradas porque iba a tomar la primera comunión, y una semana más tarde me hicieron un juicio público y el director de la escuela me preguntó, obligándome a dar una respuesta revolucionaria, que de quién quería ser hija, ¿de Dios o de Fidel?
En El Economista.
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