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7 de marzo de 2011

Cuba, derechos a cuentagotas

Para unos, los derechos humanos en Cuba son vulnerados descaradamente. Para otros, en materia de libertades individuales se ha avanzado, aunque de forma timorata, en los últimos 40 años.
Unos y otros tienen razón. No se puede olvidar que en la década de los 60, escuchar a los Beatles era casi un delito. Escribir cartas a familiares o amigos que residían en el extranjero, un síntoma de debilidad ideológica.
Gustarte un Levi’s te marcaba como pequeño burgués. Ir a misa en la iglesia, una herejía. Criticar abiertamente a Fidel Castro, amén de una cárcel segura o un acto de repudio sonado con decenas de huevos aplastados en tu cara, una osadía que rayaba con la locura.
Por esa época, todos vestíamos iguales. Camisas al estilo de la China de Mao; botas rusas de una factoría de Minsk o zapatos plásticos de fabricación nacional.
El Estado bienhechor otorgaba premios o dádivas de acuerdo a méritos laborales o la conducta revolucionaria. Como un padre. Si cortabas 500 arrobas de caña, podías ganarte una moto de dos velocidades o un televisor Krim-218 en blanco y negro facturado en la URSS.
Si las hazañas eran repetidas y grandiosas, entonces el gobierno te posibilitaba un viaje turístico por la isla. O te vendía, a plazos, un coche Lada o un Moskovich. El Estado también te ofrecía un ticket para cenar en un restaurante o ver en un cine con aire acondicionado las cinco partes del filme soviético Liberación.
Castro era como Dios. Daba o quitaba, según su estado de ánimo. Si trabajabas mucho y bien, la única organización sindical permitida en Cuba, la CTC, te concedía una casa en la playa por una semana. O un palco en los carnavales, un ventilador, una nevera o un reloj despertador.
Iván García en su Blog Desde La Habana.

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