Cuba
it's not a country, it's a business (la oposición ¿ingenua?)
Por Ray Luna
La instauración que ya nadie recuerda
Sólo
hubo un dictador en el mundo, en toda la historia, que abandonó el
poder así sin más, y fue Sila. Nadie sabe por qué. Inteligente,
ambicioso y sin escrúpulos; bajo sus órdenes el ejército romano
tomó por primera vez su propia ciudad. Nombrado dictador, no por el
Senado y para un período de seis meses como la antigua constitución
romana prescribía, sino por el pueblo y por tiempo indefinido, (Lucio Cornelio) Sila
introdujo en Roma la sangrienta práctica de las proscripciones. A
los enemigos, cuyos nombres habían sido publicados en las listas
negras, se les decomisaba su hacienda y las más de las veces
terminaron pagando con sus vidas. Roma se llenó de
sicofantas,
su delación continua contribuía al terror y múltiples fortunas
antiguas cambiaron de manos. Se sentó con ello para el futuro el
precedente de que toda revolución estaría abanderada por la
chivatería y el advenimiento —y enriquecimiento— de personas sin
escrúpulos al poder.
Si
esto le suena, si le es familiar, significa que conoce el caso cubano
o lo es. Huelga decir que la analogía imperial que estoy haciendo
aquí no es una exageración. El propio Antonio José Ponte,
ensayista cubano y co-director del periódico digital Diario
de Cuba,
ha hecho la misma analogía no hace pocos días, pues, Cuba es en
realidad un pequeño imperio y yo así lo creo también: funciona,
tal vez, no como el romano, sino como el Imperio Ateniense, a base de
coaliciones estratégicas. Por supuesto, las coaliciones de Cuba con
Venezuela, Argentina y los demás países en vías de involución
socialistoide no se dan tanto en el plano militar —que sí las hay—
como en el diplomático-ideológico-económico.
Imperator,
de hecho, era un título carente de perpetuidad que conferían por
aclamación los soldados a sus generales.
No
sin razón he dicho a algún amigo antes que Venezuela
es la Cuba Continental.
Bueno,
el caso es que Sila se encaramó en el poder rodeado de una casta
plebeyo-patricia para llevar a cabo una serie de reformas que nada
tienen que ver con el caso cubano, a la verdad, salvo el
fortalecimiento del ejército y la ayuda a los soldados veteranos. Lo
que deseo advertir, sin embargo, al lector es lo siguiente: un día,
así nomás, Sila,
estando en su zenit, en la cúspide del poder, decidió
misteriosamente abdicar de la dictadura
en el 79 a. C. Regresó a su condición de ciudadano privado y poco
tiempo después murió. ¡Esto
jamás pasará en Cuba!
Fuera
de Sila, no hay un solo dictador que haya abandonado el poder
voluntariamente. Fidel Castro, por ejemplo, fue obligado a hacerlo
por su propio cuerpo. Nadie, por fortuna, ha podido vencer la edad.
La
sucesión ¿cómo será?
Se
acerca el momento de la sucesión en Cuba. Y esto es algo de lo que
la oposición está muy al tanto; aunque no parezca tener un plan
definido para cuando el momento llegue. La sucesión será, para
continuar con la analogía al estilo romano, así: la
atribución del máximo poder a una sola persona dejará,
lógicamente, un vacío institucional a la muerte de Raúl Castro.
De hecho él mismo está tratando de llenarlo aplicando un único y
antiquísimo principio al proceso de incorporación de un posible
sucesor: la identificación del sucesor con la persona del pirnceps
reinante. O sea, su yerno. O mejor dicho, su hijo adoptivo. Si no
fuera así ¿por qué razón, entonces, se le han concedido
progresivamente poderes si no es la persona escogida para sucederlo
en el poder? Este
principio de sucesión ya fue eficazmente aplicado en la parte
continental de Cuba.
Las
sucesiones sucesivas
(de
la tiranía a la tiranía)
A
la muerte de Raúl Castro, con la situación tan deteriorada como
está y el agravamiento imparable de la economía, lo más probable
es que estalle una insurrección militar y que la generalada termine
matándose mutuamente. Ello acarrea consigo dos cosas que cambiarán
la concepción del poder que hasta ahora tienen los cubanos: el
ejército continuará interviniendo constantemente en las cuestiones
políticas y la oposición perderá su poca capacidad.
Por
supuesto, cabe la probabilidad de que la Asamblea Nacional se muestre
en desacuerdo con el nombramiento de un militar al poder y proponga
al civil santaclareño que ha sido visto —hasta el momento—
también como un posible sucesor. La Asamblea Nacional de Cuba, no
obstante, podría, tras la muerte del emperadorcito, readquirir el
poder legislativo que antes se concentraba en aquel. Pasaría así de
la función indefinida que cumple actualmente a una más propia. Es
difícil pronosticar cuáles serán las reacciones del resto del
ejecutivo (Consejo de Estado) y del poder judicial (Tribunal Supremo
y Fiscalía General) en esta inevitable escena cuando fallezca la
persona en la radicaban estos poderes políticos. No olvidemos que
sus élites castrenses están estrechamente relacionadas con la
familia en el poder. Algo sí es seguro: la burocracia, es decir, los
distintos ministerios cuya función no consiste en apoyar algún
órgano colegiado, sino estrictamente al dictador, y cuyas
competencias se hallan a veces al margen de la Asamblea Nacional del
Poder Popular, se moverá como el pasto tomando la dirección de los
vientos políticos.
Es
obligado entender que ninguna conspiración para un coup
d'État
alcanzará el éxito si no encuentra apoyo en el ejército. Pero
cabe, igualmente, la posibilidad de que el ejército se mantenga fiel
a la familia en el poder. Es muy factible que incluso el nombramiento
de un sucesor venga, no del ejército, sino de la guardia pretoriana,
esto es, el
MININT.
Quizá sea la primera vez en muchos años que la sucesión del poder
no se decida en L'abana, sino en las provincias. ¿Habrá nuevas
confiscaciones y exilios?, no cabe duda.
Recuérdese
que los cubanos, de cualquier estamento, a menudo aceptan sin
reflexión el poder absoluto por la confianza en la capacidad
intelectual y humana que durante un tiempo inspiró falsamente Fidel
Castro.
En
realidad, los planteamientos humanitarios universales de muchos de
sus discursos sobre temas internacionales nunca acompañaron la
reducción paulatina de la miseria espiritual y material que en un
principio había prometido al país. Para los cubanos la suposición
de que los que vienen después de Fidel,
están tan capacitados como él, será siempre una idea latente, por
lo que cualquier idiota podría absolutizar el poder a un grado nunca
antes visto. (La represión de los primeros años de la revolución
puede repetirse con toda seguridad.)
Aunque
muchos no verían con buenos ojos una confrontación entre el
imperium
militae
(los que mandan el ejército) y el imperium
domi
(los que mandan en el D.S.E.) ello podría traer grandes ventajas a
la oposición pacífica. Por desgracia, también grandes riesgos.
«Los
peligros de las negociaciones» y «La gran estrategia» de Gene
Sharp
No
sé si la oposición no esté previendo el cambio que se avecina o si
se trata de un disimulo estratégico. Sin embargo, es una mala señal
que no se haya aprovechado la coyuntura de las negociaciones
diplomáticas entre el gobierno cubano y el estadounidense para
acelerar el paso en la reconstrucción —puerta por puerta— de la
estructura social civil cubana. Y ahora perdóneseme que traiga a
colación el silvino —y maligno— pero válido verso: “hay que
dejar la casa y el sillón”. No
es que no esté trabajando la oposición, es que tiene que hacer un
cambio de velocidad drástico en su labor.
Se
acerca la Cumbre de las Américas, a la que algunos opositores
asistirán, un evento histórico inaudito. Ahora bien, al leer los
recientes artículos de Rafael Rojas y Yoani Sánchez: “La moral dela derrota”, publicado en Diario
de Cuba
en enero de este año, y “Polarización y sociedad civil”,
publicado el 26 de Marzo en 14Ymedio,
respectivamente; me da la impresión de que la idea romántica de la
negociación está minando el pensamiento de estos dos opositores. Me
temo, además, que sea una idea que esté animando los espíritus de
la oposición en general. Por eso deseo recordar otras ideas,
francamente opuestas, las de Gene Sharp.
De
hecho, me estoy preguntando, si los viajes de algunos opositores
internos a Europa no han servido de nada. Es obvio que esos viajes
tuvieron el objetivo de conocer la experiencia transicional
no-violenta de aquellos países. No se me oculta que la oposición
cubana, de dentro y de fuera, está en contacto con las ideas de
Sharp desde los años NO-ventas.
En
su célebre manual sobre cómo derrocar no-violentamente una
dictadura, Sharp es clarísimo y crudísimo al respecto en el
capítulo «Los peligros de las negociaciones». Para no agobiar al
lector con un cúmulo abstruso de citas resumiré algunos de sus
corolarios:
1.
Lo primero que Sharp —muy ásperamente— nos dice es que es un
error buscar un arreglo con la dictadura, puesto que, los dictadores
carecen de sentido común y humanidad; y que nada estimula a los
dictadores a separarse del poder. Afirma que la negociación es un
instrumento muy útil sólo en algunos casos; por ende, no debe
rechazarse del todo cuando es apropiada. Para Sharp, sólo un cambio
decisivo en la correlación de fuerzas a favor de la oposición puede
salvaguardar los asuntos básicos en los que no se puede transigir
cuando se negocia con un dictador. Pero este cambio en la correlación
de fuerzas no se consigue negociando, sino luchando. La negociación,
de otra parte, no es un medio realista de terminar con una dictadura
si no existe una poderosa oposición democrática, como, francamente,
sucede con el caso cubano.
2.
También es un hecho para él, que la larga duración de la lucha
prodemocrática puede hacer que algunos líderes se sientan tentados
a dialogar, pero la realidad es que los dictadores jamás cumplen su
palabra. Por tanto, la oposición debe aprender a moderar el
romanticismo que se suele asociar a las negociaciones.
3.
Sharp asevera: “Una negociación no significa que las dos partes se
sientan juntas —como iguales— y conversan hasta resolver el
problema que produjo el conflicto entre ellas (…) Es necesario
recordar dos verdades: primera, que en las negociaciones no es la
relativa justicia de los puntos de vista en conflicto y sus objetivos
lo que determina el contenido del acuerdo negociado; segunda, que el
contenido de este lo determinará mayormente la capacidad de poder de
cada parte (…) los verdaderos resultados de las negociaciones se
derivan de una evaluación realista de las situaciones de poder
absoluto y relativo de los grupos contendientes”.
4.
El objetivo primordial en una negociación, cuando una dictadura es
aún más o menos fuerte, no es otro que buscar el acomodo futuro de
la fuerza en el poder en el nuevo escenario político, esto es,
buscarán que la oposición conceda que se les permita convertirse en
un partido político o abandonar el poder político sin abandonar el
mando del ejército y cosas por el estilo.
5.
Así, según Sharp: “Cualesquiera que sean las promesas que los
dictadores ofrezcan en un acuerdo negociado, uno no debe olvidar que
ellos son capaces de prometer cualquier cosa con tal de lograr el
sometimiento de las fuerzas opositoras democráticas y después,
descaradamente, violar esos mismos acuerdos (…) Si los demócratas
acuerdan parar la resistencia a cambio de un alivio en la represión,
van a quedar muy defraudados (…) Una suspensión de la resistencia
muy raramente conduce a una disminución de la represión (…)
Cuando cesa la presión de la oposición interna o internacional, los
dictadores pueden ejercer la opresión y la violencia aún más
brutalmente que antes (…) En casi todos los casos la resistencia
debe continuar hasta que los dictadores sean expulsados del poder. El
triunfo lo determina con más frecuencia, no la negociación de un
arreglo, sino el uso acertado de los métodos de resistencia más
apropiados y poderosos posibles (…) los negociadores democráticos
o los especialistas extranjeros aceptados para asistir a los
negociadores pueden, de un solo plumazo, dotar a los dictadores de
una legitimidad doméstica e internacional que previamente se les
había negado a causa de haberse apoderado del estado, las
violaciones de los derechos humanos y las brutalidades cometidas (…)
Sin esa legitimidad, tan desesperadamente necesitada, no pueden los
dictadores continuar gobernando indefinidamente”.
Los
representantes prodemocráticos no deben, por ningún concepto,
suministrar legitimidad de algún tipo a la dictadura de los Castro
en esa Cumbre.
Dejo,
además, aquí el susodicho capítulo en formato de audiolibro por si
usted desea ir más allá.
Espero,
sinceramente, que los miembros de la oposición que representarán
realmente a los cubanos estén listos para prever cualquier situación
resultante de una negociación entre los dos gobiernos.
Tres
cosas deben entenderse con urgentica:
a)
El gobierno cubano no está negociando con la oposición, sino con
otro gobierno. El que los Estados Unidos intenten integrar a la
oposición democrática cubana en dicha negociación, no significa
que ello tenga repercusión alguna en dicha negociación. Puede
tratarse de una sencilla pero efectiva simulación.
b)
No debe depositarse la confianza de un cambio verdadero en Cuba, de
un cambio pacífico con justicia y dignidad, en un gobierno
extranjero. El gobierno de los Estados
Unidos no representa los interés de los cubanos de a pie. Cuba es
para el gobierno norteamericano sólo un negocio y nada más.
c)
Si el gobierno de los Estados
Unidos
busca un diálogo sobre derechos humanos, no es porque se interese
estrictamente en los cubanos más desprotegidos, sino porque desea
disponer el terreno legal propicio para sus inversionistas.
Por
eso dejo aquí anotada cuál
debería ser la gran estrategia de la oposición cubana
y una medida práctica encaminada a destruir el pilar fundamental en
que la dictadura de Raúl Castro se asienta.
Miniarquía
La
gran estrategia es aquella que tiene las miras puestas en el futuro,
la que se aplica una vez derrocada la dictadura. En el caso de Cuba,
las ideas liberales que por muchos años ha difundido Carlos Alberto
Montaner entre la oposición serían en extremo oportunas: (1)
reducción
del estado a sus tres funciones básicas (Ejército,
policía y tribunales) y(2) adopción
inmediata de un capitalismo laissez
faire
total
acompañado de un paquete de leyes antimonopólicas.
—Sólo
después de entregar todas las propiedades del estado en cooperativas
a los trabajadores, incluidos los hospitales, las escuelas, medios de
comunicación, etc. Será decisión de ellos decidir cuál inversión
de capital privado será conveniente para dichas instituciones. Con
estas medidas la recuperación económica tendrá lugar en por lo
menos una generación.
Huelga
de remesas y viajes a Cuba
Una
medida inmediata que podría dar buenos resultados consiste en
implementar
una campaña de no-cooperación económica, sólo en lo tocante al
envío de remesas y los viajes, de tiempo limitado, tanto en los
Estados Unidos como en el resto del mundo.
—Esta
medida aún es viable sólo
si va acompañada de exigencias aparentemente insignificantes, como
la exigencia directa y específica al gobierno de Raúl Castro de que
se elimine el permiso de entrada al país y que se permita el regreso
de aquello exiliados que no han cometido delitos en el pasado sin
tener que someterse a proceso de repatriación ninguno.
Raimundus
santaclarensis
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