Como a ti mismo.

Se suele, en la iconografía cristiana, pintar al Cristo en su suplicio, con la cabeza elevada en lastimero gesto hacia el cielo. Puede que fuere un momento, sería como mirarse a sí mismo; pero aquellos que saben del espíritu y los hechos realizados, tenemos la certeza de que no claudicaría, no se rendiría al dolor pasajero. Yo tengo la certeza de que, durante aquel suplicio de horas, miraba con grande amor a la multitud presente en el Gólgota, miraba con el mismo amor, a quienes al pie de la cruz echaban suerte sobre sus ropas; con el mismo amor, a quienes sufrían en sus corazones la injusticia que se cometía; aun con igual amor, a los indiferentes, presentes en el circo de ver morir a hombres en un cruel suplicio.

Durante horas, su amor llegó a todos por igual, se transmitió y se repite hoy en miles, millones de seres de este mundo.

La dictadura cubana, por 50 años ha sembrado el odio, criado y amamantado la venganza, propiciando los más oscuros sentimientos que puede albergar el alma humana en contra del prójimo; conciliar con ellos, es olvidar a aquel que hace más de 2000 años, no entregó a sus verdugos otra cosa que amor, a todos y cada uno, y fue tan gande amor!, como luego Ghandhi entregara para demostrar la vigencia y la necesidad de ese amor,

Cuando mañana la libertad, llegue a los cubanos, debemos recordar ese amor, debemos vivirlo y revivirlo, porque no hay justicia sin amor y el amor por si solo, engendra justicia, cura y sana; como crecen las flores en la tierra negra quemada del odio, o en los pantanos de la venganza, así debe crecer en la hora de la libertad, sobre los restos del odio y la venganza. Porque la verdad es amor, y por tanto, el amor también nos hará libres.