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18 de octubre de 2008

Los verdaderos contrarrevolucionarios

OSCAR PEÑA
En Cuba ya es hora de invertir términos porque el mayor contrarrevolucionario que ha dado nuestro país se llama Fidel Castro. Vendió falsos sueños y utopías desde 1959 y estancó a Cuba en un bache de 50 años. Hace pocos días reflexioné sobre ese punto en la despedida que le dio una representación de la disidencia exiliada a Héctor Palacios Ruiz. El y yo no nacimos ''contrarrevolucionarios''. Conozco a Héctor Palacios desde 1974. Ambos teníamos en común que habíamos sido seleccionados niños héroes por la dirección de la revolución. El con 13 o 14 abriles en 1958 se había sumado a las tropas rebeldes del Escambray, y el que suscribe con sólo 11 años en 1961 se escapó de su casa, se fue para el combate de Playa Girón y pidió un arma para defender la patria de los ''hombres malos'' que la invadían. Aquel grito y acción de un niño pidiendo un fusil para defender a Cuba fue mostrada en el museo de la revolución, hasta que al niño héroe finalizando la década del 70 lo convirtieron en ``contrarrevolucionario''.
En 1973-74 yo llevaba 1 año y medio timoneando un gigante combinado fabril de más de 2,000 trabajadores de la industria básica que se dedicaba a hacer los arrastres, las llamadas zorras que llevan las rastras para cargar, talleres de piezas a torno y fresas industriales. Yo no sabía nada de esas labores. Había sido enviado allí como ''un cuadro de la revolución''. Fidel Castro había expresado en privado que era la fabrica ''más gusana que tenía el país'' porque no cumplía los planes anuales de producción y tenía un administrador anarquista. La realidad era todo lo contrario. Pepe Díaz, el sustituido administrador, era un hombre íntegro. Se le sustituyó por tener ideas propias. Por ejemplo: el automóvil asignado para él lo convirtió en ambulancia de la fábrica y se trasladaba en los ómnibus con los trabajadores. Se las ingenió para hacerse de 15 vacas y daba desayuno gratis todas las mañanas a los trabajadores. Me habían enviado a cambiarlo todo, ¿pero cómo iba a cambiar cosas que me agradaban? Conclusión: no cambié nada de lo que había hecho ese hombre. Era una época muy dura en Cuba. Se fajaban los trabajadores en las asambleas por el derecho a comprar un televisor ruso en blanco y negro. El ministro del ramo, el capitán Léster Rodríguez, me habló muy mal de la fábrica y lo reté, expresándole que, si cumplíamos el plan de producción ese año, él nos daba para el comedor de la fábrica el televisor que tenía en su despacho. Aceptó el desafío. Cumplimos el plan.
La fiesta por el cumplimiento del plan se celebró ante las cámaras de la televisión. La fabrica ''gusana'' había cumplido no por un compromiso con Fidel, ni con ninguna ideología: habían cumplido por un compromiso conmigo. Rápidamente eso me catapultó a nivel nacional. Me llaman y me expresan que los precios del níquel están muy altos y que la dirección de la revolución quiere fortalecer el sector de la minería y geología y para eso Raúl Castro ha cedido para ministro al organizador del MINFAR, el comandante Manuel Céspedes Fernández, y designados viceministros a Jorge Gallardo y a Manuel Miyares (posteriormente ministro de precios y finanzas), a Israel Torres Iribar para asesor del ministro y como director de cuadros a Héctor Palacios Ruiz y director de organización del trabajo a Oscar Peña Martines. Ambos también en la escala de viceministros. Así conocí a Héctor Palacios en 1974.
El renovado Ministerio de Minería despegó. Las fábricas de níquel de Moa, Nicaro y la de cobre de Pinar del Río, más las salineras y otras dependencias como la empresa del petróleo comenzaron a sobrecumplir los planes de producción. La realidad es que habíamos recibido un ministerio muy organizado por los ministros anteriores Jorge Guzmán y Pedro Miret. Inventamos aquello de las visitas de control y ayuda, pero la poca edad tiene aspectos buenos y malos. Un ejemplo de malo es no ser conservadores en las opiniones. Observen lo siguiente: al año soy enviado a Checoslovaquia --también fue Héctor Palacios en otro grupo--junto con los principales directores de empresas a pasar un curso acelerado de 4 meses de perfección de dirección moderna. Regreso a Cuba como 1er expediente de los graduados de mi grupo y Palacios del otro.
Soy invitado por el ministro a dar mis impresiones del curso y sugerencias al consejo de dirección. En síntesis expresé lo siguiente: ``Regreso de una potencia en el sector. Incluso en la etapa capitalista de Cuba las motocicletas checas Jawar se vendían mucho entre el campesinado cubano por ser muy fuertes y de mucha calidad. Ellos compiten en el campo internacional y nosotros que somos una isla pequeña y sin mucho peso metalúrgico tenemos muchos ministerios y dependencias de ese sector en el país, tenemos mucha burocracia. Sin embargo, Checoslovaquia tiene sólo un Ministerio de Industria con 118 trabajadores y el de nosotros de Minería (sin contar otros 5 de la industria básica) tiene más de 1,400 trabajadores en este edificio de la Habana Vieja''.
Había firmado mi sentencia: ese burocratismo era la táctica de Fidel Castro para tener a la población subempleada, pero controlada. Además afectaba los intereses de todos los dirigentes que me estaban escuchando. En cuestión de días el viceministro de recursos humanos Jorge Gallardo me plantea muy afligido que él iba para otras funciones y me tenían propuesto para el cargo que él dejaba, pero que había bajado una orientación superior de que yo cesara en mis funciones. Aquí en Miami me confesó Héctor Palacios, a quien no veía desde esos años 70, que fue una orden de la Seguridad del Estado porque me tenían acumuladas muchas posiciones disidentes dentro de la revolución. ¿Quiénes son los contrarrevolucionarios?
(Publicado el 18 de octubre en el Nuevo Herald)

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