Los apologistas de la dictadura militar cubana están de pláceme. Presidentes van y presidentes vienen. Fotos, sonrisas, fósiles vivientes, posibles fotoshops. En fin, un circo romano bien armado para atraer a los tontos útiles del universo que aún creen que las dictaduras comunistas pueden transitar hacia la democracia tomada de la mano de militares sanguinarios y totalitarios, herederos monárquicos de una cosa llamada revolución con medio siglo de sangre.
Todavía hay quienes creen en los “cambios” de Raúl Castro, en los trajes con cuello y corbata de un general, invasor por demás, que ahora sonríe ante las cámaras como una nueva versión de su hermano, quien yace en las penumbras de una misteriosa enfermedad, pero que no acaba de morirse, o no acaban de enterrarlo, no sé.
Cristina Fernández, la presidenta electa democráticamente de la Argentina, imitadora, quizás, de una Evita Perón, pero en los tiempos modernos, con botox incluído, caminó junto al heredero del trono, dando a entender al mundo que Cuba es una maravilla de sistema.
Michelle Bachelet, presidenta de Chile, quien dijo haber padecido una dictadura de un también general, pero llamado Augusto Pinochet, también se pavoneó junto al generalito para dar luces a esa dictadura, pero que ella no la reconoce como tal y, ni siquiera tuvo la dignidad de escuchar a mujeres, hijas y madres de prisioneros políticos, a pesar de estar toda la vida chillando en contra del totalitarismo y en defensa, supuestamente, de los derechos humanos.
Ya anteriormente alguien insignificante como el presidente de Panamá había visitado a Cuba. Inadvertido y tonto útil, el presidente Martín Torrijos sigue los pasos de su progenitor, pero teniendo mucho cuidado de no llegar a ser como Manuel Antonio Noriega.
Y por supuesto, no pueden faltar los Evo Morales, los Rafael Correa, los Alvaro Colom, los Zelayas y, hasta el mismísimo Leonel Fernández, quienes realmente dan repulsión de tanta sumisión ante la tiranía de medio siglo, todos tratando de tirarse la última foto con un dinosaurio que cambió su uniforme de verde olivo por uno de Adidas.
A todo esto se suman los presuntos cambios sustanciales en “prominentes” figuras de la claque castrista. El llamado canciller, con su cara de niño bobo, así como Carlos Lage, fueron destronados, perdiendo el inmenso poder político que tuvieron por años. Junto a ellos cayeron otros que, al sentir de los cubanólogos” eran los hombres del “cambio” y la “sucesión”. Talibanes comunistas que lo único que querían era, como todos, enriquecerse y vivir a costa del sudor de ese pueblo que vive en la miseria permanente, mientras ellos, entre viajes, casas robadas y maletas de dólares, paseaban el mundo para dar la imagen de una Cuba moderada con jóvenes “dirigentes”.
Y llegó la guerra de los alacranes. Ahora todos se entierran la ponzoña envenenada cuando se sienten rodeados por el calor del final de una nefasta tiranía, aunque apoyada, desafortunadamente, por aquellos que se llaman demócratas, algo realmente digno de estudio, teniendo en cuenta que dictaduras de derecha han sido rechazadas por el mundo entero, incluyendo verdaderos bloqueos como se le hizo a Sudáfrica al practicar la segregación racial contra su propio pueblo.
¿Qué pasa con Cuba? Es la pregunta más difícil que alguien puede hacerse. Es el misterio encapsulado por medio siglo que nadie puede comprender, pero que realmente da asco.
Dan asco todos esos presidentes que visitan la isla, las celebridades que van a reírle las payasadas, los mercaderes del cambalache y los que todavía creen en la utopía de algo que nunca llegó a categoría de gobierno, pues se impuso a base de bombas y se mantiene aún por la represión violenta y brutal.
Hasta el presidente francés, Nicolás Zarcozy pudiera visitar la isla, el mismo tonto útil que estaría dispuesto hablar hasta con los terroristas de las FARC como si fueran decentes. No hay de otra: dan asco, así como da asco ese desgobierno lleno de alacranes dispuestos a fajarse por el poder hasta la última gota de veneno.
Ojala se entrelacen todos los alacranes, los de adentro y los que los visitan, a ver si de alguna manera nos libramos de tanto mal.
Amén.
Todavía hay quienes creen en los “cambios” de Raúl Castro, en los trajes con cuello y corbata de un general, invasor por demás, que ahora sonríe ante las cámaras como una nueva versión de su hermano, quien yace en las penumbras de una misteriosa enfermedad, pero que no acaba de morirse, o no acaban de enterrarlo, no sé.
Cristina Fernández, la presidenta electa democráticamente de la Argentina, imitadora, quizás, de una Evita Perón, pero en los tiempos modernos, con botox incluído, caminó junto al heredero del trono, dando a entender al mundo que Cuba es una maravilla de sistema.
Michelle Bachelet, presidenta de Chile, quien dijo haber padecido una dictadura de un también general, pero llamado Augusto Pinochet, también se pavoneó junto al generalito para dar luces a esa dictadura, pero que ella no la reconoce como tal y, ni siquiera tuvo la dignidad de escuchar a mujeres, hijas y madres de prisioneros políticos, a pesar de estar toda la vida chillando en contra del totalitarismo y en defensa, supuestamente, de los derechos humanos.
Ya anteriormente alguien insignificante como el presidente de Panamá había visitado a Cuba. Inadvertido y tonto útil, el presidente Martín Torrijos sigue los pasos de su progenitor, pero teniendo mucho cuidado de no llegar a ser como Manuel Antonio Noriega.
Y por supuesto, no pueden faltar los Evo Morales, los Rafael Correa, los Alvaro Colom, los Zelayas y, hasta el mismísimo Leonel Fernández, quienes realmente dan repulsión de tanta sumisión ante la tiranía de medio siglo, todos tratando de tirarse la última foto con un dinosaurio que cambió su uniforme de verde olivo por uno de Adidas.
A todo esto se suman los presuntos cambios sustanciales en “prominentes” figuras de la claque castrista. El llamado canciller, con su cara de niño bobo, así como Carlos Lage, fueron destronados, perdiendo el inmenso poder político que tuvieron por años. Junto a ellos cayeron otros que, al sentir de los cubanólogos” eran los hombres del “cambio” y la “sucesión”. Talibanes comunistas que lo único que querían era, como todos, enriquecerse y vivir a costa del sudor de ese pueblo que vive en la miseria permanente, mientras ellos, entre viajes, casas robadas y maletas de dólares, paseaban el mundo para dar la imagen de una Cuba moderada con jóvenes “dirigentes”.
Y llegó la guerra de los alacranes. Ahora todos se entierran la ponzoña envenenada cuando se sienten rodeados por el calor del final de una nefasta tiranía, aunque apoyada, desafortunadamente, por aquellos que se llaman demócratas, algo realmente digno de estudio, teniendo en cuenta que dictaduras de derecha han sido rechazadas por el mundo entero, incluyendo verdaderos bloqueos como se le hizo a Sudáfrica al practicar la segregación racial contra su propio pueblo.
¿Qué pasa con Cuba? Es la pregunta más difícil que alguien puede hacerse. Es el misterio encapsulado por medio siglo que nadie puede comprender, pero que realmente da asco.
Dan asco todos esos presidentes que visitan la isla, las celebridades que van a reírle las payasadas, los mercaderes del cambalache y los que todavía creen en la utopía de algo que nunca llegó a categoría de gobierno, pues se impuso a base de bombas y se mantiene aún por la represión violenta y brutal.
Hasta el presidente francés, Nicolás Zarcozy pudiera visitar la isla, el mismo tonto útil que estaría dispuesto hablar hasta con los terroristas de las FARC como si fueran decentes. No hay de otra: dan asco, así como da asco ese desgobierno lleno de alacranes dispuestos a fajarse por el poder hasta la última gota de veneno.
Ojala se entrelacen todos los alacranes, los de adentro y los que los visitan, a ver si de alguna manera nos libramos de tanto mal.
Amén.
Artículo de Iliana Curra Lussón
Ex-Presa Política Cubana
Miembro del Consejo por la Libertad. Miami, Fl-U.S.A.
Tomado de la Página Sueca "Cuba Democracia y Vida"
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