Alba habanera fría. Fila india cruzando extraños recovecos en el aeropuerto José Martí. Ultima reunión de la brigada médica en un local sin ventanas donde se enrarece el aire, mezcla de olor a pintura fresca y colonia barata. Ultimas palabras del Jefe apelando a la cohesión. Palabras patrióticas que rozan el chovinismo. El jefe habla una vez más sobre los peligros de Guatemala y cómo protegernos los unos a los otros, a través de la doctrina. Después, hay que cantar el himno con los brazos entrelazados. Hay que balancearse de derecha a izquierda, al compás del coro grave. Evito la mirada de los otros, sabiéndome tristemente ridículo. Sigo el juego. Un colega grita « viva » esto « viva » lo otro y hay que hacerle eco. Y así hasta el « patria o muerte » final. En la pista, el avión ruge. El rocío podría lamerse en su metal. La sombra roja del amanecer. Ultimo abrazo emocionado del Jefe, al pie de la escalerilla. Falta de sueño más perspectiva de despegar del suelo por primera vez: igual a perplejidad.
El IL-18 es una caja de vivos que retumba de una sola pieza y me produce cefaleas. Alguien tira demasiadas fotos. Incluso aquí arriba mis angustias paranoicas no desaparecen. Que si en cualquier momento me dicen : tú no, tú viras… Ni siquiera cuando presiento que el avión atraviesa la cúpula sobre la isla. Ese recubrimiento que, como pompa de jabón, nos deja pasar sin reventarse. A partir de ahí debería comenzar el mundo verdadero – me tranquilizo – pero mis angustias son mías. Mientras, en el compartimiento de las aeromozas se puede fumar y flirtear con ellas. Mi cefalea desaparece con los aplausos que celebran el aterrizaje.
De sopetón, Guatemala se me ofrece toda idealizada. Las montañas son magnificas. En la ciudad los colores explotan en mi cara. El humo de los camiones huele bien. Todas las mujeres son bellas. Yo soy más simpático. Mis dientes destellan en la sonrisa abierta. La jefa que nos acoge y nos conduce es la jefa más linda del mundo.
Esa noche en el hotel no duermo. Autómata de ojos inyectados zapeando frente al televisor. Hambre de todo.
El IL-18 es una caja de vivos que retumba de una sola pieza y me produce cefaleas. Alguien tira demasiadas fotos. Incluso aquí arriba mis angustias paranoicas no desaparecen. Que si en cualquier momento me dicen : tú no, tú viras… Ni siquiera cuando presiento que el avión atraviesa la cúpula sobre la isla. Ese recubrimiento que, como pompa de jabón, nos deja pasar sin reventarse. A partir de ahí debería comenzar el mundo verdadero – me tranquilizo – pero mis angustias son mías. Mientras, en el compartimiento de las aeromozas se puede fumar y flirtear con ellas. Mi cefalea desaparece con los aplausos que celebran el aterrizaje.
De sopetón, Guatemala se me ofrece toda idealizada. Las montañas son magnificas. En la ciudad los colores explotan en mi cara. El humo de los camiones huele bien. Todas las mujeres son bellas. Yo soy más simpático. Mis dientes destellan en la sonrisa abierta. La jefa que nos acoge y nos conduce es la jefa más linda del mundo.
Esa noche en el hotel no duermo. Autómata de ojos inyectados zapeando frente al televisor. Hambre de todo.
Jajaja, muy bueno!
ResponderEliminarDoc, me has inspirado para escribir algo sobre como salí de Cuba. Todos los cubanos tenemos una Odisea detrás de la salida...quizás podrías contarnos algo sobre eso.
ResponderEliminarUn beso, más suerte y más magia...
Mitambor, me encanta poder leer ese tipo de crónicas de un médico cubano internacionalista, sobre todo si allá vivimos en 10 de Octubre y aquí estamos en el mismo país. Las brigadas médicas cubanas tienen blogs o webs donde expresarse? En La Habana conocí muchas historias, pero para proteger las fuentes no las contaba. Una de ellas era de Guatemala, de una doctora a quien ubicaron en aquella zona apartada donde entrenaron los invasores de Bahía de Cochinos. Un lugar pobre, con indígenas y enfermedades, pero en las tiendas había infinidad de artículos que en Cuba brillaban por su ausencia. La médica enseguida empezó a comprar y comprar y hubo un momento que en la pequeña habitación donde dormía apenas quedó espacio para pasar. Regresó a la isla más cargada que los Reyes Magos.
ResponderEliminarEs muy raro encontrar un cubano que viva afuera y no se la pase ahorrando dinero y comprando para mandar a los suyos. Yo misma tengo el cuarto parecido al de aquella doctora: con muchas jabas (de papel, de ésas que venden a 30 céntimos en Migros y Coops)llenas de cosas para mi nieta. E imagino que igual que tu, siempre a la caza de alguien que viaje a La Habana y pueda llevarme un paquetico.
Como le prometí a Aretino-Yoyín, cuando vuelva a entrar a tu blog, dejo mensaje. Que pases un buen domingo (ayer el día éstuvo gris y lluvioso, pero hoy amaneció soleado, parece que no va a nevar más: la primavera está a la vuelta de la esquina).
cada persona en avión o en cámara sufrió mas o menos lo mismo, en el avión rezando para que algo no fallara (del sistema humano)y te dejaran llegar. en la cámara rezándole al mar para que te dejara llegar ¿cual de los dos es mas terrible?
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