Soy un vocero que defiende lo que muy pocos defienden y me he convertido, sin proponérmelo, en el portavoz de una gran generación. Soy la voz de los intransigentes y de los que todavía están dispuestos a dar el último aldabonazo de envergadura contra la tiranía.
No me interesa presumirle a nadie de ser un patriota ni un combatiente, porque no lo soy. Pero con supremo orgullo les puedo asegurar que todos los patriotas y combatientes tienen en mí a su representante.
Ante tanto pacifismo, ante tanta blandenguería y tantos intentos de diálogos -y borrón y cuenta nueva- con la dictadura, los eternos intransigentes me llaman escandalizados todos los días para que saque la cara por ellos y les diga al mundo que ¡ELLOS NO SE RINDEN!...
Soy el emisario, no solamente de los luchadores actuales, sino de los de la Cuba de ayer. Cuando millones de cubanos parecen no tener ni la más mínima idea de lo que pasó en nuestra nación antes de 1959 (porque la tiranía así lo ha querido y logrado) yo me paso la vida tratando de honrar la historia pasada y de defender nuestros antepasados que lograron convertir a la Isla en una maravilla. Y aquí estoy yo, dedicado en cuerpo y alma, por completo, para hacer patente las glorias de los cubanos que merecen ser enaltecidos.
Cada vez que he estado cerca de un agonizante ancianito cubano, le he prometido: “No te preocupes que yo voy a seguir predicando tus pensamientos”... Nada me enaltece más que cuando mis compatriotas me dicen: “Tú hablas y expresas lo mismo que nosotros pensamos, tú plasmas nuestras ideas y nuestros ideales”...
Recuerdo con tristeza cuando Ángel Torres, el hombre que más sabía de la pelota cubana en el mundo, y quien fue para mí como un padre en el exilio, en su lecho de muerte me agarró una mano, se sonrió, y me dijo en una especie de súplica: “Ahora que yo voy a faltar espero que tu te ocupes de seguir hablando de Habana, Almendares, Cienfuegos y Marianao”. Le contesté: “Sí, Angelito, confía en mi, voy a hablar de eso y de todo lo cubano”. Por lo tanto, con supremo orgullo les digo que ¡Soy vocero de Ángel Torres!
Soy pregonero de los que todavía sienten admiración por José Martí, por Antonio Maceo, por Carlos Manuel de Céspedes, por Calixto García, por Ignacio Agramonte, por Máximo Gómez. Y divulgador de los que todavía se emocionan cada 28 de Enero, cada 7 de Diciembre y cada 20 de Mayo. Mi defensa eterna a los herederos de la Protesta de Baraguá
Ni me creo héroe, ni alardeo de ser valiente, simplemente soy un predicador de la valentía de los titanes. Escribo de Vicente Méndez, de Tony Cuesta, de Yarey, de Pedro Luis Boitel, y de todos los que han batido el cobre contra la satrapía.
¿A qué aspiro cuando Cuba sea libre? Ni me interesan los puestos de gobierno, ni los cargos importantes. Simplemente me conformo con ver a la patria emancipada y seguir siendo el propagador de los ideales de un enorme grupo de cubanos. Esto, para mí, se ha convertido en deber y sacerdocio eterno.
Soy el admirador número uno de la Brigada 2506, de los que cayeron fusilados gritando "¡Viva Cristo Rey!"... Soy el simpatizante de todos los presos políticos, de los que sufrieron el plan de trabajo forzado Camilo Cienfuegos, de los que padecieron en los campos de concentración de la UMAP y de las presas en Manto Negro. Mientras me quede una gota de sangre en el cuerpo voy a gritar a los cuatro vientos la valentía de los alzados en el Escambray, de la grandeza de los que hicieron a Cuba un emporio de riqueza, y de los cubanos que siguen queriendo y luchando por un destino mejor para la isla que nos vio nacer.
Por Esteban Fernández.
Amabilidad del Autor. ¡Muchísimas gracias Esteban!
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