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28 de diciembre de 2007

TRIBULACIONES DE UN MEDICO EN MISION (IV)

C. Guatemala, 31 sept (HPL).- Una brigada de 27 médicos regresan hoy a la patria, luego de haber desempeñado una labor encomiable durante dos años, en zonas apartadas y desfavorecidas de nuestro hermano pueblo de Guatemala, salvando vidas de manera desinteresada y poniendo en alto el nombre de nuestra revolución socialista y humanitaria.

Desde la casa de la Misión en Ciudad Guatemala partió una rastra cargada con el equipaje de los galenos, dirección al aeropuerto internacional “La Aurora”. Según nos informa la doctora ER, jefa de la misión, cada médico tenía derecho a llevar tres cajas. El tamaño de la caja no fue un problema. El peso si. Solo se permitieron las cajas que pudieran ser cargadas por al menos tres seres humanos medianamente corpulentos. Ciertas normas debieron ser respetadas respecto a la naturaleza de los objetos a llevar. No se autorizó efectos electrodomésticos que contengan una resistencia, cuyo consumo de electricidad supere los valores establecidos, acorde con nuestra política de ahorro. En este tipo de efectos clasifican, y quedan por ende excluidos: planchas, ollitas arroceras y hornos micro-ondas. La doctora ER llamó a la cordura de los aguerridos salva-vidas, respecto a la tenencia de cajas conteniendo numerosas botellas de aceite, leche condensada, puré de tomate, ron, jabones, champoo, intimas de esas finitas, pasta de dientes y otros insumos vitales, con los cuales se asegurarían el abastecimiento durante un año. La jefa de la Misión excluye toda posibilidad de lucro en estos combatientes de la salud, pretexto que pudiera enarbolar el enemigo. A través de las encuestas realizadas, sabemos que entre los efectos más preciados por nuestros valientes templarios de la medicina, se encuentran “los tres mosqueteros”: como ellos denominan con esa jocosidad propia de la cubanía, a la triada del televisor, el vídeo y el equipo de música. Algunos se agenciaron de una buena colección de discos compactos, cassettes y VHS. La naturaleza de estos soportes de música y de vídeo podrían ser mal interpretados, como representativos de un gusto meramente comercial y consumista, propio de este mundo neo-liberal (diría ponzoñosamente el enemigo). Pero recordemos que esta tropa de aguerridos militantes salubres nos hicieron parte de sus firmes convicciones anticapitalistas. No se impusieron limitaciones respecto a la cantidad de ropa que se podría llevar. Esta ropa en abundante cantidad (suficientemente barata por tratarse de vestimenta usada, de esas que el Salvation Army pone a disposición en los países desfavorecidos) funcionaba como amortiguador dentro de los cajones. Otros artefactos acaparados por nuestros campeones de las vacunas fueron: tablas de planchar, sartenes, juegos de cuchillos, carburador de carro, llantas, teléfonos inalámbricos, relojes de pared, sombrillas de playa y muñecos de peluche gigantes. Una computadora era posible llevar, siempre y cuando se cuente con el debido trámite. El equipo electrónico permanecería en cuarentena (cuarenta semanas) en el aeropuerto de la Habana, tiempo requerido para que nuestros especialistas en la materia revisen concienzudamente cada circuito, con el objetivo de desenmascarar eventuales programas del enemigo. La computadora sería devuelta a su feliz propietario, previa presentación de una carta del Ministro de Salud, constando las debidas firmas y cuños, con una explicación suficiente que justifique la necesidad de un tal artefacto a domicilio, que excluya todo uso indebido y que avale la confiabilidad del combatiente de la salud pública, de la parte del CDR y de toda otra organización de masas. (El aeropuerto José Martí no se responsabiliza por eventuales pérdidas de elementos del ordenador).

Los gloriosos hipócrates (hipócritas, diría el enemigo) del siglo XXI arribaron al aeropuerto a las 10 de la mañana, en compañía de la doctora Y, encargada del buen desempeño y organización de la partida. La doctora Y puso en obra las debidas medidas de seguridad, con el objetivo de evitar eventuales provocaciones o actos terroristas. Otras medidas estaban encaminadas a evitar probables deserciones de último minuto, como por ejemplo designar a cada militante del partido a observar detenidamente (ojo, que no se trata de vigilar) los movimientos de algunos combatientes sospechosos. Entrevistamos al doctor N, encargado de proteger de un posible escape a un colega que se paseaba con su novia guatemalteca. El doctor N, consciente de la utilidad de la labor encomendada, nos confiesa cuan presto estaba para rápidamente ejecutar las tareas requeridas en caso de fuga. Sin embargo, el doctor N prefirió no compartir con el reportero las medidas explícitas a seguir. Todos sabemos que no todo puede decirse, respecto a las tareas del Partido. El reportero queda, entonces, sin conocer cómo el doctor N evitaría que el colega escapara. Señalemos la particularidad de que el tal colega desertor en potencia, doblaba la talla y la corpulencia de quién lo protegía.

El arribo del avión estaba previsto para la una de la tarde. El IL-18, enarbolando los colores patrios, toco pista a las cinco de la tarde. Justo a las 11 de la noche la última caja fue acomodada en el último recoveco de la nave. Mientras, nuestros médicos no tuvieron tiempo de aburrirse en la terminal aérea. Aprovechando una promoción de la cerveza “Gallo”, los compatriotas hicieron uso de los derechos conferidos y dieron el primer paso en esta nueva misión, repitiendo una y otra vez los ensayos de la dorada bebida, hasta terminar los 5 hectolitros, ante las miradas absortas de los promocionistas. Luego, como por arte de magia, reinó entre los nuestros el entusiasmo y el orgullo de ser cubanos.

Debemos destacar la labor comedida de la tripulación de la nave. Hubo necesidad de desmontar la mitad de los asientos, a fin de crear todo el espacio necesario para el equipaje de los galenos.

Aprovechamos este reportaje para informar que junto a la brigada médica, se encontraba la compañera M.L.R.D.O.R, guatemalteca de pura cepa, que viajaba a la Habana con vistas a una operación de los riñones. La compañera M.L.R.D.O.R, nacida en el seno de una familia humilde, no cuenta con los recursos necesarios para someterse a una tal operación en su país natal, a causa de un sistema de salud oneroso y discriminatorio. Gracias a la gestión del partido comunista guatemalteco y del gobierno de Cuba, por mediación de la misión médica cubana, esta compatriota centroamericana beneficiaría de los mejores recursos de salud cubanos, y sin pagar un centavo. M.L.R.D.O.R. nos hizo parte de su profundo agradecimiento, con lágrimas en los ojos.

Rápidamente, a las doce de la noche, los valientes médicos se encaminaban en abultada fila india hacia el avión. Brillaban en sus ojos el orgullo de la misión cumplida y el regocijo de reencontrar sus seres queridos, que aguardaban ansiosos en suelo patrio, desde las ocho de la mañana. Un breve momento de pánico invadió al capitán de la nave. Todo parecía indicar que el piloto temía la imposibilidad del despegue, al observar que el equipaje de mano de los mártires de la salud equivalía en cantidad y dimensiones a lo que ya se había cargado en el avión. Efectivamente, desde los ventanales de la sala de espera, el reportero pudo observar como cada compatriota se aferraba a sus objetos. Una doctora, cual cristo hacia el calvario, traía a cuestas un canapé plegable. Otro médico, sudoroso, defendía su derecho a una tabla de planchar. Pero, no olvidemos el espíritu solidario que nos han inculcado desde niños. Luego de una corta negociación, la tripulación de la nave reconoció que valía la pena ensayar el despegue en esas condiciones, teniendo en cuenta que varios de los tripulantes podrían beneficiar de equipos electrodomésticos, a ellos donados por módicos precios.

Ya dentro del avión, los galenos encontraron ciertas dificultades para organizarse. La distribución de los asientos transcurrió en una calma propia del transporte público urbano de nuestras ciudades. Era de esperarse una cierta ansiedad por ocupar un puesto. Los vítores patrióticos no se hicieron esperar: “quítate coño”, “viva Fidel”, “me cago en diez, esta es mi silla”, “viva la revolución”, “echa esa sombrilla pa’llá que me vas a sacar un ojo”, “si me pisas el callo te tiro una caja por la cabeza”, “socialismo o muerte”. Esta última exclamación cobraba una vigencia y objetividad particulares, a juzgar por la travesía que se avecinaba. La camarada M.L.R.D.O.R se dejaba llevar voluntariosa y perpleja, por el vaivén de la marea humana socialista. Es lógico que en un momento de emoción semejante, los inestimables guerrilleros de la aspirina y el esparadrapo, no repararían en su riñón enfermo. Razón por la cual, hubo poco espacio para evitar fortuitos codazos lumbares y eventuales puntapiés en zona pélvica. La compañera M.L.R.D.O.R comprendió entonces, que de alguna manera debía pagar su operación.

Con orgullo y nostalgia despedimos a nuestros coterráneos. Nosotros, desde nuestra trinchera informativa en este mundo hostil, les deseamos un buen retorno a nuestra Cuba y sepan que, a pesar de las continuas provocaciones y peligros, continuaremos transmitiendo la información fidedigna desde aquí... esperamos que por mucho, mucho tiempo.

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