




Por supuesto, cuando yo era niña, cómodamente y por pesos, la única moneda que entonces circulaba (con la misma equivalencia del dólar), se podía viajar desde Occidente a Oriente, lo mismo en ómnibus que en tren o por Cubana de Aviación, fundada el 8 de octubre de 1929.
Del transporte urbano en la capital, esta foto de Secretos de Cuba habla por sí sola. Es la década de 1950 y fue tomada en una calle del Vedado por donde pasaban las rutas 26 y 57, que hasta mi salida de Cuba en 2003 funcionaban, y los autobuses V2 y V6, popularmente conocidos como "enfermeras", por su color blanco. Fíjense en lo bien vestidos que están las tres personas que esperan la "guagua", ella con los tacones que entonces se usaban y ellos de traje. Supongo que se dirigían al trabajo: en mi infancia, así de elegantes iban los empleados, maestros, funcionarios, oficinistas... Como calles y aceras estaban limpias, no había necesidad de darle betún y brillo todos los días al calzado, por eso se ven relucientes sus zapatos.
Los últimos modelos de autos lanzados en Estados Unidos, inmediatamente se podían comprar en La Habana, en las diferentes concesionarias: Ford, Chevrolet, Chrysler, Oldsmobile, Buick... No conozco de marcas, pero evidentemente el carro conducido por este sonriente señor, debe haber sido el de moda en ese año de los 50. La foto es de Secretos de Cuba. Detrás, majestuoso, el Hotel Nacional de Cuba, inaugurado en 1930 y que aún conservaba sus ventanas originales. A no ser Blas Roca, secretario general del Partido Socialista Popular y esposo de mi tía Dulce Antúnez, quien además de un auto tenía un chofer (Fiallo se llamaba) que yo recuerde, nadie más de mi familia andaba en carro. Por un tranvía, una guagua o una "enfermera" no se esperaba más de quince minutos. También era fluida la frecuencia para tomar una lanchita para Regla o Casablanca. Taxis había afuera de hospitales, funerarias, hoteles, cabarets, o circulaban libremente por toda la ciudad. Mas yo no recuerdo haber cogido nunca un taxi. Pese a tener tan buen transporte público, los habaneros caminábamos bastante. Nunca cogí guagua para ir desde mi casa, a dos cuadras de la Esquina de Tejas, hasta el Ten Cent de Monte, frente al Parque de la Fraternidad, ni tampoco para el de Galiano. No era peligroso y era grato, caminar por aquellas calles y aceras limpias y en buen estado, y sobre todo, con zapatos confortables... y baratos, como los tenis US Keds, los más usados. En Google-Imágenes encontré un anuncio este anuncio de la época.
En una peletería que había en la esquina de mi casa, en Monte y Romay, los vendían. No recuerdo el precio, pero sí que mi padre una vez me dio cinco pesos para que me comprara un par para las clases de educación, altos como el rojo del anuncio, pero en azul prusia. Y el dependiente me dio como tres pesos de vuelto. En esa peletería y en muchas otras de la calle Monte, a cada rato rebajaban a peso los zapatos de piel. Ese tipo de tenis alto de lona ahora están de moda entre los jóvenes, en colores brillantes, de la marca All Star.
Debo confesar que estas ventas callejeras no las recuerdo de mi infancia. Y tiene su explicación: es que yo desde 1944 hasta 1979, cuando nos mudamos para la Víbora, siempre viví a pocas cuadras del Mercado Único, cerca de la céntrica esquina conocida como Cuatro Caminos. Más sobre ese mercado, aquí.
Por el edificio al fondo, pudiera tratarse de una calle concurrida del centro de La Habana. O pudiera ser una venta improvisada, por la proximidad de la época navideña: si uno se fija bien, el ómnibus tiene unos carteles anunciando un probable reforzamiento de salidas con motivo de San Lázaro, el 17 de diciembre. Otros detalles en los cuales vale la pena detenerse: las grandes cestas donde se acostumbraba vender viandas, frutas y hortalizas; la ausencia de tierra, a pesar de ser productos traídos directamente del campo; el sombrero del vendedor con la camisa de cuadritos; los cartuchos anunciando los precios y la presencia de vendedores y compradores de la raza negra. Más sobre el comercio local capitalino en el siglo pasado.




Por el edificio al fondo, pudiera tratarse de una calle concurrida del centro de La Habana. O pudiera ser una venta improvisada, por la proximidad de la época navideña: si uno se fija bien, el ómnibus tiene unos carteles anunciando un probable reforzamiento de salidas con motivo de San Lázaro, el 17 de diciembre. Otros detalles en los cuales vale la pena detenerse: las grandes cestas donde se acostumbraba vender viandas, frutas y hortalizas; la ausencia de tierra, a pesar de ser productos traídos directamente del campo; el sombrero del vendedor con la camisa de cuadritos; los cartuchos anunciando los precios y la presencia de vendedores y compradores de la raza negra. Más sobre el comercio local capitalino en el siglo pasado.
Foto: Secretos de Cuba.


Si a cuatro cuadras nos quedaba el Mercado Único o de Cuatro Caminos, a ocho nos quedaba el Estadio del Cerro, hoy Latinoamericano. Mis padres eran fanáticos de la pelota, como en se le dice al beisbol, el deporte nacional. Mi madre simpatizaba con el club Almendares, mi padre, nacido en Palmira, era del Cienfuegos y yo, del Habana. Del Marianao era Luis, el esposo de una tía: los dos vivían en Buenavista, barriada entonces perteneciente al municipio de Marianao. Al Estadio iba por lo menos una vez por semana, bien con mi padre o mi madre, o con los dos. Nunca entendí -ni todavía entiendo- la pelota, pero sí me gustaba el ambiente del público en las gradas, gritando y discutiendo, y delirando cuando metían un jonrón, sinónimo de gol en el fútbol. También me gustaba que contínuamente pasaban vendedores de café, refrescos, papitas fritas. En la tienda vendían fotos, emblemas y souvenirs de los cuatro equipos principales, si no el país, en la capital. Las cuatro fotos son de Secretos de Cuba. Beisbol y Revolución, de Roberto González Echevarría, profesor de la Universidad de Yale y autor del libro The Pride of Havana-History of Cuban Baseball, publicado en Letras Libres en noviembre de 2002, aquí.
La foto de BedinCuba capta una escena muy común en toda la Isla: niños jugando pelota. Estos muchachos lo hacen en el Paseo del Prado, por donde ya finaliza, en la calle Cárcel. Nótese la vestimenta: pantalones largos, camisas de mangas cortas y algún que otro pulóver. No todos llevan tenis, el catcher usa guantes y detrás hay un niño que si mi vista no falla, tiene puesta una pañoleta. Debe haber sido el "árbitro" porque en esa época no existía los pioneros (y los boys scouts no era una organización masiva). Varios hombres´"enguayaberados" los observan. La gasolinera hacia el final todavía existe. Probablemente algunos de los autos parqueados a la izquierda todavía rueden por la calle Prado. Lo que si desapareció cuando el comandante llegó y mandó a parar fue la Canada Dry, aunque la fábrica, en Infanta y Amenidad, todavía funciona. Cuando llegaba la Semana del Niño, una de las fábricas a la que siempre nos llevaban los maestros de mi escuela, situada en Monte y Pila, era la Canada Dry, donde nos daban una botellita de ginger ale, pero más me gustaba la visita a La Española, antigua chocolatería en Infanta y Estévez o a La Estrella, la más famosa productora de galletas y golosinas de la ciudad. El recorrido solía terminar en Sabatés: a la entrada a cada alumno regalaban jaboncitos.




Qué interesante! Cuántas vivencias y cuántos recuerdos, todavía claros como cristal...
ResponderEliminarQue coincidencia, yo naci y me hice hombre en Monte entre Pila y Matadero, apenas una cuadra del Mercado Unico, asi que fuimos vecinos.
ResponderEliminarGracias por sus comentarios, en este blog queda más bonito que en el mío, lo único que tienen que disculpar las erratas, porque envié a Magia el trabajo pendiente de revisar. Laz, tu fuiste a la Ramón Rosaínz o a Romualdo de la Cuesta? Así que los dos éramos del barrio de El Pilar. De Cristina para allá quedaba Atarés, que antes del 59 participaba en los carnavales sacaba una comparsa muy famosa, que una noche a la semana recorría las calles de esa parte del Cerro. T.Q.
ResponderEliminarYo fui a Bernabe Cortazar que era como se llamaba Ramón Rosaínz en el horario de la mañana [nunca supe el por que la misma escuela en el mismo local tenia dos nombres, pero alquien me dijo algo como que tenia que ver con que Rosainz era español y entonces inventaron eso de Bernabe para por la mañana para equilibrar??!!] Los Alacranes de Atares creo que era el nombre de la comparsa. Yo vivia en la acera del Mercado Unico, pero los amigos de mi papa era todos de Estevez. Por cierto el 5to grado lo pase en un aula que habilitaron en la Sociedad del Pilar, un hermoso edificio que estaba [digo estaba porque vi unas fotos y solo queda algo de la fachada y la placa] en Estevez esq.... no recuerdo pasando Cruz del Padre antes de llegar a Castillo y enfrente habia un tren de bicicletas. Recuerdas al Sol de America? y la original Casa de los 3 Kilos de Zabala [la china que bailaba y cantaba por las calles y en las guaguas era hermana de el que era intimo amigo de mi papa].
ResponderEliminarEn Romualdo estudio y vivia un gran amigo mio que su abuela era la conserje historica de alli, de ella no recuerdo el nombre pero el siempre le saco una cuarta de estatura a los de su clase y por lo menos 50-60 libras, se llama Lazaro Cobreiro.
Que bueno encontrar a alquien del barrio. Ya tengo dos placeres, leerte a ti y recordar cosas de la pequeña patria.