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30 de abril de 2009

El cambio es inevitable

Entrevista a Carlos Alberto Montaner
Por Luis Cino

LA HABANA, Cuba, junio (www.cubanet.org) - En medio de tanto despiste, manipulación y wishful thinking sobre la situación cubana, el escritor y periodista Carlos Alberto Montaner es uno de los más seguros referentes para los que deseen saber qué pasa realmente en Cuba, e incluso qué pudiera pasar en los próximos años.
En sus libros, artículos periodísticos y conferencias, Montaner, profundo y coherente, sin poses de cubanólogo, expresa los criterios sobre Cuba más lúcidos y sensatos que se pueden escuchar hoy en el mundo. La buena noticia es que su visión sobre la transición pacífica de Cuba a la democracia es optimista. Sus amables respuestas a este cuestionario nos acercan al por qué del optimismo de alguien que sabe bien de qué habla.
Luis Cino: Luego de más de 47 años fuera de Cuba, 38 de ellos en Madrid, ¿cuál es la fórmula de Carlos Alberto Montaner para estar tan informado sobre la situación cubana como si hubiera llegado la semana pasada al exilio?
Carlos A. Montaner: Gracias por la premisa, Luis. Lo que hago es escuchar a los recién llegados, leer a quienes viven dentro del país y tratar de recurrir al sentido común. Por otra parte, todos los seres humanos tienen más o menos las mismas características, deseos y comportamientos, así que no es difícil asegurar que la sociedad cubana, y especialmente su segmento más joven, detesta profundamente al gobierno y al sistema comunista.
LC: Algunos atribuyen la insistencia del régimen cubano en acusarlo de “terrorista” a su espectacular fuga de una prisión cubana en 1961. ¿Qué ocurrió realmente?
CAM: Esas ridículas acusaciones de terrorista tienen como único objeto desacreditar mis puntos de vista. Como no pueden rebatir las opiniones tratan de callar a quien las emite. En una época me tachaban de agente de la CIA. Como veían que nadie les hacía caso, me tildaron de terrorista. En realidad, mis dos únicos contactos con el terrorismo sucedieron en 1957, cuando los terroristas del 26 de julio pusieron una bomba en el hotel Comodoro que hirió a mucha gente, momento en que conocí a una muchachita que lloraba en medio de la humareda, con la que llevo casado casi medio siglo; y en 1987, cuando los policías cubanos destacados en Madrid me enviaron una bomba dentro de un libro titulado Una muerte muy dulce.
En cuanto a mi detención y condena, en diciembre de 1960 me detuvieron junto a otros tres estudiantes y nos acusaron de conspirar contra los poderes del Estado. Nadie nos acusó de terrorismo porque nada teníamos que ver con el terrorismo. A principios de enero de 1961 nos condenaron a 20 años de cárcel en un juicio con testigos falsos que duró media hora. Uno de los jueces que participó en aquella farsa se exilió en España y me contó cómo eran aquellos procesos. Las sentencias las hacían en el Ministerio del Interior. Como yo era menor de edad me internaron en el pabellón de presos políticos de una cárcel llamada Piti Fajardo, antiguamente conocida como Torrens. De ahí nos escapamos dos reclusos, Rafael Gerada y yo, cortando un barrote y corriendo a una velocidad seguramente olímpica. Pudimos huir porque en las afueras de la finca nos esperaba un vehículo que nos trasladó hasta La Habana. A los pocos días nos asilamos en una embajada y salimos del país en septiembre 8 de 1961.
LC: Para convertirse en uno de los escritores y periodistas más prestigiosos en Hispanoamérica, ¿le resultó difícil vencer los prejuicios contra el exilio anticastrista de la intelectualidad izquierdista mundial?
CAM: Gracias, otra vez, por la premisa, pero seguramente es demasiado generosa. En todo caso, jamás es fácil enfrentarse a la izquierda comunista. Maneja un enorme aparato de difamación y domina unas técnicas de manipulación de la opinión pública diseñadas en su momento por el KGB que suelen ser muy eficientes. Hace 40 años comencé a publicar una columna semanal en una agencia de prensa creada en NY por republicanos españoles, ex comunistas, que conocían muy bien el paño. Por eso me abrieron las puertas. El director de la agencia, Joaquín Maurín, quien trató a Lenin en Moscú en los años veinte, despreciaba a Fidel Castro y fue muy hospitalario con los papeles que yo escribía. Pero esta es una batalla que no se acaba nunca.
LC: ¿Quién pesa más en Carlos Alberto Montaner: el político o el intelectual?
CAM: Creo que son dos aspectos que se complementan. Para mí la política es la consecuencia de una reflexión intelectual. Sin embargo, hubiera preferido dedicarme a la ficción si la vida no me hubiera colocado ante situaciones en las que era imposible no participar en la contienda política.
LC: Desde 1990 preside la Unión Liberal Cubana. ¿Por qué cree en el liberalismo Carlos Alberto Montaner?
CAM: Porque la enfermedad totalitaria se cura con grandes dosis de libertad, tolerancia, respeto a la ley y responsabilidad individual, que son las señas de identidad del liberalismo.
LC: Dicen algunos que el discurso de la disidencia interna es esencialmente socialdemócrata, aunque gran parte de ella se proclame liberal. ¿Qué hay de cierto en ello?
CAM: Tradicionalmente, el discurso político de los cubanos ha sido socialdemócrata. El liberalismo, como lo entendemos en nuestros días, es un recién llegado a la política cubana. Cuando yo era joven y el comunismo todavía no había arraigado en el país a nadie se le ocurría defender los derechos de propiedad o proclamar las virtudes de la economía de mercado. La primera vez que yo hablé en público, a los 18 años, ya exiliado, fue para proclamar las virtudes de las empresas estatales. No podía imaginarme que muchos años después calificaría de “idiota latinoamericano” al que dijera semejantes sandeces. Yo también fui un idiota.
LC: Luego de agitar durante años la propaganda oficial el fantasma del “capitalismo salvaje”, ¿qué diría a los que temen el impacto sobre los sectores más depauperados de la población cubana de la liberalización del mercado y las terapias de choque?
CAM: La mejor metáfora se la escuché a un checo defensor de la terapia de choque: “decirles a las sociedades víctimas del totalitarismo colectivista que van a solucionar el problema gradualmente es como decirle a una persona con un brazo gangrenado que se lo van a cortar poco a poco para que no sufra”. Lo que sabemos, tras casi 20 años de transiciones, es que mientras más rápidamente se aborden los cambios más rápidamente llegará la recuperación.
LC: La prensa internacional insiste en repetir el estribillo de que la disidencia cubana está “fragmentada y penetrada por los agentes de la Seguridad del Estado”. Existen en Cuba dos concertaciones liberales que hasta el momento no logran conciliar sus posiciones. ¿Qué opina al respecto?
CAM: No dudo que la policía política cubana haya penetrado a los grupos liberales de la oposición interna y externa. Para la Seguridad eso es bastante fácil y le dedican muchos recursos. Mi impresión es que la Seguridad tiene colocados a sus agentes en todas partes. Pero eso también era verdad en la URSS, en Alemania del Este y en todos los países del bloque comunista y no pudieron evitar el colapso. Por otra parte, no es raro que los demócratas de la oposición se dividan. Cuando murió Franco y convocaron a elecciones comparecieron más de 100 agrupaciones políticas. En Cuba sucederá lo mismo, pero luego el agua cogerá su nivel y la sociedad acabará incardinada en varias tendencias básicas.
LC: ¿Qué política hacia Cuba aconsejaría al próximo gobierno norteamericano?
CAM: Enviarle dos mensajes muy claros: primero, el objetivo irrenunciable de Estados Unidos es que en Cuba se establezca una democracia razonable dotada de un sistema económico capaz de sostener a la población para que los cubanos no tengan que emigrar; segundo, cuando los reformistas del gobierno se muevan en esa dirección, abran las cárceles políticas y reconozcan la legitimidad de la oposición, deben contar con la ayuda americana para salir ordenadamente del desastre provocado por medio siglo de dictadura.
LC: ¿Considera posible un diálogo entre el régimen y la oposición? ¿Aceptaría participar en ese diálogo?
CAM: Sin ese diálogo no es posible la transición. Si me invitaran a participar en un diálogo encaminado a crear las condiciones para el cambio, por supuesto que participaría. Sería un irresponsable si no lo hiciera.
LC: ¿Es definitivamente optimista su visión sobre la transición a la democracia en Cuba?
CAM: Creo que el cambio es inevitable. Cuba no puede ser la excepción comunista en un mundo en el que esa opción dejó de tener vigencia. El problema es cómo enterramos el totalitarismo organizadamente para que los escombros no acaben sepultándonos a todos.
LC: ¿Cómo se ve Carlos Alberto Montaner en una Cuba democrática?
CAM: Depende cuándo se produzca. Me gustaría echar una mano y dedicar la última etapa de mi vida a colaborar con la reconstrucción del país en el que nací, pero como son tantos los factores que no puedo controlar, me limito hoy a hacer lo que puedo, sin grandes planes personales para el futuro, porque no sé qué sucederá mañana.

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