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1 de junio de 2008

La Habana profunda.


Cuando terminé el bachillerato en 1995, descubrí que Fidel Castro mentía deliberadamente al afirmar que Cuba era un país libre de drogas.
No sólo el consumo de estupefacientes estaba generalizado entre la juventud habanera sino también el tráfico.
Tuve amistades en casi todos los municipios de la Ciudad de la Habana y la mayoría de ellos tenía su camello localizado.
Los que vendían maría, (el seudónimo de la marihuana) eran más difíciles de encontrar a altas horas de la madrugada, así que había que hacerse de provisiones en horario de oficina.
Los que vendían coca y/o piedra, (una versión cubana del crack) estaban disponibles a cualquier hora del día o de la noche.
Ya fuera por el elevado coste de estas sustancias o por su alto poder adictivo, que hacían perder la vergüenza de tumbarle la puerta al jíbaro a las tres de la mañana.
Ahora mismo recuerdo, unos diez lugares en la ciudad donde se podía comprar hierba o coca a cualquier hora.
En una calle importante de la Víbora, había una gran casa abandonada que llamaban La embajada y que dispensaba a cualquiera que conociera la contraseña. Que consistía en tocar tres veces con el candado y la cadena que había en la reja de afuera, para aparentar que no había nadie en casa.
Acompañando a amigas o amigos en busca de material bélico, conocí varias casas en el Vedado, Miramar, San Miguel del Padrón, La Víbora, y así cuanto municipio visitara para recoger a los integrantes del piquete, ya fuera para un concierto de Varela, una función del ballet nacional de Cuba, una obra de teatro o para bailar con los Van Van en la piragua.
Debo aclarar que las personas que frecuentaba eran de diversos estratos sociales. La mayoría intelectuales de la radio y la televisión, pero también gente de barrio, estudiantes, obreros, bisneros y jineteras.
De hecho puedo afirmar sin temor a equivocarme que el 98 por ciento de los jóvenes que conocía, probaron las drogas al menos una vez. Recuerdo que miraban con recelo a quien no quisiera probarla porque pensaban que podía ser del G-2. En esa situación solo estuvieron dos personas, que se negaron a fumar, marihuana concretamente, en mi presencia.
Centro Habana como municipio merece un apartado especial porque nueve de cada diez habitantes vendían maría, o maní, como también se le denomina. O como mínimo sabían quien la llevaba.
Nueve y medio de cada diez personas consumía.
Legendaria era la historia de Julián, un negro viejo que le decían el fantasma, porque era muy difícil de encontrar. No vendía en su domicilio sino que se paseaba cada mañana, a las siete, por los recovecos de Cayo Hueso. Aun cuando quien supiera esto lo esperara, era rara la vez que se lograba coincidir con él. Yo nunca lo conocí pero un vecino mío era fanático a la calidad de su producto, así que estaba permanentemente a la caza de su camello preferido. Por él supe esta historia.
Julián vendía cajitas de cartón con comida criolla, como tapadera. Llevaba más de veinte años en el negocio de la hierba y jamás lo habían cogido. Hasta un día.
Las patrullas de policía hacían a cada rato un operativo en Centro Habana. Uno de esos días cayó Rosita, una rubia que vendía de todo. Se supo que le cogieron mas de cuarenta piedras, varios gramos de cocaína y una caja de zapatos llena de veneno, como también se le dice a la maría.
Tres días después de su detención, Rosita estaba otra vez en la calle y todo el mundo sabía por qué.
Había cantado más que cantón. Todos estaban quietos en base, esperando a saber quien caería en la siguiente redada.
Un día después de la liberación de Rosita, cayó Julián y otra decena de vendedores.
Esto era una práctica habitual entre los camellos y otros delincuentes. Si los cogían delataban a sus competidores y a ellos les dejaban traficar en paz, siempre y cuando se convirtieran en informantes.
Jimmy y Vicente, eran un negro y un blanco que vendían cocaína a domicilio. Los conocí porque Jimmy estaba cortejando a la prima de una amiga mía. Las piedras rodando se encuentran.
Andaban con su cacharro americano del 53 y acudían a cualquier punto de la geografía de la ciudad donde se encontrara el cliente, que previamente les había hecho una llamada telefónica.
Prácticamente vendían para consumir porque los dos estaban enganchados y lo reconocían, con las manos temblorosas.
“Estamos embarcados. Tu negocio no te puede gustar porque sino te comes las ganancias.”
Una vez, a una de sus clientas que trabajaba en el cañonazo de las nueve, cobrando la entrada a los extranjeros, intentaron violarla.
Se ofrecieron a llevarla a casa en el almendrón americano del 53 y ella aceptó para ahorrarse el dinero del taxi.
En el camino le ofrecieron coca gratis y ella no solo aceptó sino que los invitó a beber de una caneca de whisky barato.
El resultado fue que dieron muchas vueltas por toda la ciudad y ya entrada la madrugada la llevaron a Villa Vento, una posada en la calzada del mismo nombre.
Entraron a una habitación con el objetivo de tener sexo con ella los dos, pero afortunadamente para la taquillera del cañonazo de las nueve, el exceso de cocaína había hecho estragos en sus penes.
Ella no recuerda como pero amaneció desnuda en la cama de uno de ellos.
Desde entonces consumía casi de gratis, porque cuando el gramo se puso a 80 dólares, a ella se lo daban a 25.
En Cuba, la cocaína es un lujo que solo pueden darse quienes manejan muchos dólares o quienes desfalcan sus casas vendiendo cuanto de valor tengan en ellas.
Sin embargo la marihuana es la droga del pueblo. En más de una ocasión escuché frases como: “Yo creo que el propio gobierno es quien la pone en la calle.”
Se basaban en ciertos hechos para afirmar tal cosa. Yo misma pude comprobarlo ya viviendo en España, donde vi un documental que grabó de noche un sembrado de marihuana, donde había un cartel que decía: Prohibido el paso. Zona militar.
Cuando en el año 1994, estalló la única revuelta masiva en contra del gobierno de Fidel Castro que ha habido en Cuba, en cincuenta años, pasó algo singular.
Un cigarro de maría se puso a diez pesos cubanos. Al alcance de cualquier joven. (En la actualidad un pitillo cuesta cinco dólares o CUC.)
Soltaron a varios los camellos presos, para aliviar las tensiones que se manifestaban en las noches de apagón de hasta 16 horas. Entonces en Infanta se oían los botellazos contra los bajos de los edificios.
Cuando la marihuana apareció con un precio tan asequible, dichos actos vandálicos disminuyeron hasta que desaparecieron un día.
El día en que Fidel anunció que las costas cubanas estaban abiertas para todo el que quisiera irse. Anuncio que devino en el éxodo masivo que tuvo lugar ese año.

El argumento general para consumir era que el maní era más barato que una botella de ron y más saludable. También hablaban de sus efectos antiestrés y tenían razón.
La risa y el beneplácito que produce consumir marihuana en pequeñas dosis, han hecho que en varios países se les prescriba la hierba a pacientes con cáncer para paliar los efectos de la quimioterapia o a quienes padecen dolores crónicos.
Recientemente en Los Ángeles se ha inaugurado la primera máquina expendedora de marihuana ya que ese estado permite su distribución con receta médica.
Las noticias de esa ciudad, afirman que la policía sigue de cerca esta máquina que tiene un límite de una onza a la semana por cada paciente. Lo cual es bastante.
Cierto es que en Cuba no hay drogas de diseño como la heroína o el LSD, pero la maría corría por las escaleras a finales de los noventa.
Quién sabe si es ella la razón por la cuál los cubanos más pobres de la ciudad de la Habana no se han revelado hasta hoy.
Cuando fumas marihuana solo importa el metro cuadrado que te contiene. Y entonces la vida es bella y ríes sin saber por qué, hasta de tus propias desgracias.
¿Pero qué ha pasado con quienes no consumen?


Publicado en Historias Habaneras.

1 comentario:

  1. Este post debe ser una bendición para los que sustentan el poder en todas partes y deciden la moral, el bien y el mal, por el resto de las masas, con demo, cracia, o cualquier ilusoria combinación o falta de ellas. Tu post es el resultado de años de lavado de cerebro e ignorancia con respecto al tema de las drogas. En Cuba y sobre todo fuera de ella (the war on drugs, anyone?) se ha invertido muchísimo dinero en proclamar mitos y establecer la moral adecuada. El alcochol sí, el cannabis no. Felicidades por postear en automático y no cuestionarte nada.

    "La risa y el beneplácito que produce consumir marihuana en pequeñas dosis, han hecho que en varios países se les prescriba la hierba a pacientes con cáncer para paliar los efectos de la quimioterapia..."

    Qué?! Risa y beneplácito?! Se llama propiedades anti-eméticas del cannabis. Más fuertes y con menos reacciones secundarias que el gravinol (dimenhydrinate) que se usa mucho en Cuba. Esta información, que obviamente desconoces, se puede encontrar fácilmente usando google. Te lo recomiendo.

    "Recientemente en Los Ángeles se ha inaugurado la primera máquina expendedora de marihuana ya que ese estado permite su distribución con receta médica."

    Y la DEA (agencia anti-drogras), en acto de típica arrogancia, vino y se robó la máquina (archivar en "Only in America")

    http://www.hollywoodriot.com/2008/04/25/zoinks-the-pot-vending-machine-has-been-stolen-by-the-feds/

    "Cierto es que en Cuba no hay drogas de diseño como la heroína o el LSD..."

    Entonces explícanos qué era lo que tomábamos mis amigos y yo y que nos producía un típico trip de LSD.

    "...pero la maría corría por las escaleras a finales de los noventa."

    Y qué? Como te gusta eso del discursito moralista, eh? Voy a ayudarte a darte cuenta del efecto de la propaganda y el lavado de cerebro. Cambiemos tu sujeto y veamos:

    "...pero el alcohol corría por las escaleras a finales de los noventa."

    Los ves? Clarito, eh?

    "Quién sabe si es ella la razón por la cuál los cubanos más pobres de la ciudad de la Habana no se han revelado hasta hoy."

    Tú sabes perfectamente por qué no se han revelado los cubanos. Nada tiene que ver con el cannabis. Sustituye maría por alcohol y verás nuevamente la falacia.

    "Cuando fumas marihuana solo importa el metro cuadrado que te contiene. Y entonces la vida es bella y ríes sin saber por qué, hasta de tus propias desgracias."

    Y cuando tomas chispa 'e tren te meas con la ropa puesta, te vomitas en las esquinas y al día siguiente no tienes idea de si el metro era cuadrado, la vida una desgracia o tuviste una pesadilla con Magia.

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