Por Tania Quintero
A pesar de no haber sido nunca militante de la Unión de Jóvenes Comunistas (ni tampoco del partido), entre 1969 y 1978 trabajé en distintas ocasiones para la UJC, primero en su comité nacional, en la Avenida de las Misiones; después en el comité regional de Isla de Pinos, en Nueva Gerona, y finalmente en el departamento de relaciones internacionales, en 17 y J, Vedado. Siempre como mecanógrafa, oficio aprendido a principios de 1959 en la filial de la Havana Business Academy situada en Monte entre Romay y San Joaquín, Cerro, al doblar de mi casa. Mis méritos: teclear rápido, con los diez dedos; tener buena ortografía y nociones básicas de gramática y redacción.
Mi experiencia como mecanógrafa y secretaria me llevó a laborar en los preparativos de la I Conferencia Internacional de Solidaridad con Puerto Rico, celebrada en el hotel Habana Libre en 1975. Unos meses después, me propusieron formar parte del grupo inicial gestor del XI Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes, a realizarse en la capital en el verano de 1978 -en 1997 se celebraría otro, pero no con la misma repercusión, más información sobre los festivales, aquí .
En 1976, dos años antes del evento, la plantilla era mínima: Orosmán Quintero, no emparentado conmigo y "cuadro" de la UJC; un mulato alto y delgado conocido por Chiqui, y yo. Comenzamos apenas sin nada, en un pequeño cuarto que Carlos Lage, entonces presidente de la Federación Estudiantil Universitaria, nos cedió de la sede de la FEU, en H y 23, Vedado.
Allí estuve unos seis meses, hasta que oficialmente fue anunciado el comité organizador del XI Festival. Otro "cuadro" de la juventud comunista, Manuel Villamar, fue nombrado presidente. A Quintero lo pusieron al frente de la programación y yo me quedé trabajando con él, en un edificio asignado para todo el comité organizador, en 3ra. y 18, Miramar.
Para entonces, ya no éramos "tres gatos" sino cientos los que en la capital y la isla laborábamos en función del festival. La comisión de programación se dividió y yo pasé a trabajar con el jefe de la subcomisión de cultura y deportes, Juan M. Pantaleón. Cerca de 7ma. y 44, Miramar, nos dieron una casita, detrás de la residencia del representante internacional, un francés elegido por la Federación Mundial de Juventudes Democráticas, más conocida por sus siglas, FMJD.
Paralelamente a mi función como mecanógrafa y secretaria, cubría el evento para la revista Bohemia, de la cual era colaboradora desde 1974. Entre 1977 y 1978 publiqué infinidad de informaciones, crónicas, entrevistas y reportajes, entre ellos un serial con participantes cubanos a los festivales celebrados antes de 1959: Praga, Budapest, Berlín, Bucarest, Varsovia y Moscú.
Como Pantaleón sabía que alternaba el secretariado con el periodismo, me hizo una petición personal: que le tomara notas del encuentro que él tendría con el recién nombrado ministro de Cultura, Armando Hart, y los principales exponentes del Movimiento de la Nueva Trova: Pablo Milanés, Silvio Rodríguez, Noel Nicola, Vicente Feliú, Sara González, Lázaro García, Augusto Blanca y Jorge Gómez, director del grupo Moncada.
El encuentro se celebró una tarde de 1977, en la casa de protocolo de la UJC, en 1ra. y 36, Miramar. Además de Hart y Pantaleón, asistió Luis Orlando Domínguez, Landy, defenestrado en 1986 y acusado de corrupción por Fidel Castro.
Hart había advertido que no querían que le grabaran ni invitaran a ningún periodista. Astutamente, Pantaleón me pidió que hiciera el paripé de estar levantando un acta, mas en verdad lo que debía era tomar apuntes de los asuntos más importantes planteados y discutidos. Hice un primer borrador y una vez revisado lo mecanografié en ditto (esas hojas con un papel morado que le manchaban a uno manos, cara y ropa). Si los archivos de la UJC de aquella época se conservan, es fácil localizar lo que yo mecanografiaba, pues al final ponía mis iniciales: tqa.
En el mismo 78 fui trasladada para la comisión de acreditación, en la sede del Comité Internacional Preparatorio, en Cien y Boyeros. Entonces llegar hasta allí desde la Víbora en la ruta 100, era menos azaroso que trasladarme en la 79 a Miramar. En todos estos lugares siempre trabajé sin horario, de lunes a sabado, y cobrando 163 pesos, el salario que me correspondía Oficinista A. Pero donde las condiciones eran óptimas fue aquí. Es que en Cuba suele ser así: cuando trabajas con extranjeros, nada falta, todo es bueno y abundante.
Dos semanas antes de la inauguración, el 28 de julio, me trasladaron para una amplia oficina, en el local de los bajos, a la izquierda, del Habana Libre (allí después hubo una shopping y ahora la cafetería La Rampa). Al ser época de receso escolar, casi todos los días me llevaba a mi hijo Iván, quien podía ver televisión en colores, todo un lujo entonces (el 31 de diciembre de 1977 por primera vez en nuestra casa tuvimos televisor, un Krim soviético, otorgado en una asamblea para repartir efectos electrodomésticos a los empleados del comité organizador).
Del Habana Libre ya no me movieron más. La inauguración, en el Estadio Latinoamericanos, Iván y yo la vimos por televisión. Y a la clausura, en el Parque Lenin, no quise ir: sabía que iba a haber toneladas de comida y ríos de bebida. Y de esa ostentación y derroche no quise participar, por la escasez y penurias padecidas por la mayor parte de las familias cubanas, empezando por la mía.
ñOOOO, yo naci en el 70 asi que ya ves cuan pequeño era, pero recuerdo que los niños decian que "estos extranjeros eran buenos" de hecho, uno un dia me regalo una pluma y yo la conservaba casi hasta hoy
ResponderEliminarTania,es cierto que iba a participar Bob Marley con la delegación de Jamaica y no lo dejaron los "cuadros perfectos" o perfectos cuadrados porque era marihuanero ?.
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