Jamás en la vida, desde que nací, me ha molestado que todos me llamen “Estebita”. Mi padre se llamaba “Esteban” y para diferenciarnos surge el “Estebita”. Quizás, el diminutivo cubano no es para rebajarnos sino, más bien, es una muestra de afecto y confianza. Desde luego, eso va en contra de (y me sorprende) que a uno de los H.P. más grande que ha parido la Isla de Cuba (Ramiro Valdés) nosotros lo llamamos “Ramirito”.
Y yo digo: “¡Ñooo, menos mal que el padre de Castro no se llamaba “Fidel” porque entonces nosotros le estuviéramos llamando al tirano “Fidelito”!. Y también es increíble (si el diminuto verdaderamente es una muestra de cariño) que nosotros acostumbramos a llamarle “Fidelito” al hijo de Fidel. Y yo me pregunto: ¿Qué confianza, que amistad, que afecto, tenemos nosotros con el zangandongo hijo del dictador?.
Pero, bueno, eso también pasa aquí en California. Hay un pueblo que se llama “Santa Clarita”. Para mí que eso es un sacrilegio. Supuestamente, yo imagino que cuando dicen “Santa” se refieren a una Virgen, y entonces ¿no es un atrevimiento llamarle “Clarita” a una Santa?”.
En el Blog de ZoéValdés.
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