En la isla, a la visa o permiso de salida, le llaman 'tarjeta blanca'. Cubanos como Remberto se pasan la mayor parte del tiempo en casa, esperando que el cartero traiga la 'tarjeta blanca' que le permita viajar a Estados Unidos. No hay nada más inquietante para alguien que va a emigrar, ver correr los días o meses a la espera de la dichosa tarjeta.
Mientras llega, se cuidan como gallos finos. “Apenas salgo a la calle, tengo que evitar un altercado o un accidente. Compro comida para varios días y me acomodo en la butaca, a entretenerme viendo la tele”, dice Remberto en la sala huérfana de muebles de su piso en el centro de La Habana.
Porque esa es la otra. Cuando las personas están esperando sus visados, acostumbran regalar o vender sus pertenencias antes que lleguen los rigurosos inspectores de la vivienda, quienes en una hoja con membrete oficial tienen que anotar los artículos de valor que luego el Estado incautará.
“Lo que hacemos es que reponer los efectos electrodomésticos. A mi hermana le regalé el televisor de plasma, la computadora y los muebles de cuero, y en su lugar puse unos sillones desgastados y un viejo televisor ruso”, comenta Rosa, jinetera en espera de su visa para viajar a Italia.
Claro, los controladores no son bobos. Y al saber que la gente está desesperada por tener sus papeles en regla, de numerosas formas presionan a los futuros emigrantes para que declaren sus verdaderas pertenencias, o a cambio, le den unos cuantos billetes en divisas para cerrar con un broche su boca.
La gente en Cuba que espera visas salta con desespero cuando llaman a su puerta, anhelando que sea el cartero. Pero otros sacan lasca de la situación. Meses antes de partir, el Estado te quita la libreta de racionamiento. A partir de ese momento, se ven obligados a adquirir los alimentos en agromercados y shoppings. No faltan los vecinos que se ofrecen a hacer las compras a cambio de moneda dura.
“Le hago todos los mandados a mi vecina por 25 pesos convertibles al mes (28 dólares). Ella sabe que la calle está mala”, dice Susana, señora encorvada y ágil.
A quienes aguardan por visas, a los vecinos no les apena pedirles sábanas, toallas, cazuelas, revistas y libros. Cualquier cosa. Los que salen de Cuba de forma definitiva sólo pueden cargar con unos pocos efectos personales. El resto, es repartido como trofeo de guerra entre familiares y amigos.
Los carteros también tienen su premio. Cuando traen las ansiadas 'tarjetas blancas', los destinatarios les dan entre 5 y 10 dólares. La noche antes de partir, los futuros desterrados suelen hacer fiestas familiares de despedidas.
Entre ron, boleros y llantos se despiden de los suyos. Tarde en la noche, siempre hay quien indaga si no le queda un radio viejo, ropa para su hijo o un par de bombillas incandescentes.
Ya a esa hora, el nuevo emigrante ha sido saqueado a plenitud. Todos dicen lo mismo. “Cuando venga de visita te traeré un regalo”. Entonces, los que se quedan en Cuba se consuelan con esperar su regreso.
Iván García
Amabilidad del autor.
Foto: Cola para entrar a la Sección de Intereses de Estados Unidos en La Habana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Qué Opinas?