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11 de junio de 2011

La buena vida segun Hemingway

 


Ernest Hemingway y Aaron Edgard Hotchner se conocieron en 1948, cuando Hotchner trabajaba como "cazarecompensas" literario para la revista Cosmopolitan. Su trabajo consistÍa en conseguir para la revista colaboraciones de grandes nombres de la literatura americana: Dorothy Parker, John Steinbeck, William Faulkner y Ernest Hemingway. Hotchner se trasladó a La Habana con la convicción de que nunca conseguiría que Hemingway escribiera para ellos, y con miedo a enfrentarse al escritor le envió una nota a Finca Vigía: "¿Podría por favor mandarme un rechazo escrito para que yo pudiera conservar mi miserable trabajo en Cosmopolitan?"

 
Desde esa tarde, los dos fueron amigos inseparables hasta que catorce años después Hemingway se suicidó de un tiro en la cabeza.

Las citas reunidas en este volumen conforman una biografía al margen de la biografía, una visión que pone al Hemingway más hondo y sincero frente al personaje, al Papa Hemingway excesivo y contradictorio para que ambos queden expuestos al lector. A través de estas notas Hotchner pasea por la vida y las obsesiones del escritor en un libro con una cuidada edición, ilustrado con fotografías y portadas de las ediciones originales de sus libros.

La vida en París y la Generación Perdida
Hemingway en París, 1928


En el tiempo en que vivió en París, Hemingway frecuentaba a Joyce, a quien acompañaba borracho a casa; a Scott Fitzgerald, a quien aconsejaba que un bebedor casado con una loca no es el arreglo que más ayuda a un escritor; acudía al hipódromo con John Dos Passos, donde apostaban todo lo que tenían y regresaban sin un céntimo. El grupo de escritores norteamericanos fue bautizado por Gertrude Stein como la Generación Perdida: Gertrude Stein era una quejica. Así que bautizó toda aquella generación con su queja. Pero era pura mierda....
En París vivía con su mujer y su hijo en precario, tanto que para comer cazaba palomas en los Jardines de Luxemburgo cuando no le veían los gendarmes: Le tengo mucho cariño al Jardín de Luxemburgo porque nos salvó de la inanición. Aun así, Hemingway vivía en una permanente celebración de la vida, derrochando cada céntimo que caía en sus manos y dedicando sus escasas ganancias en las apuestas a compras inútiles: ...nunca tan pocos habían comprado tanto, pero felizmente ninguno dio a nadie un regalo útil.

La literatura y el cine

La prosa de Hemingway se caracteriza por una gran economía en el lenguaje. Tenía como objetivo poner sobre el papel lo que veo y lo que siento de la mejor manera y la más simple. Quizá por eso nunca le gustó el estilo recargado de Faulkner: !Pobre Faulkner!. De veras cree que las grandes emociones vienen de las palabras grandes? Se cree que no conozco las palabras de diez dólares. Claro que las conozco. Pero hay palabras más viejas y simples y mejores, y son las que uso yo. Los dos escritores ganaron el Premio Nobel de literatura: Faulkner en 1949 y Hemingway en 1954.

Hemingway reserva su cinismo más afilado para Hollywood y las adaptaciones de sus novelas al cine. Carga contra productores, directores y actores de una industria, a su juicio, frívola y superficial: en El viejo y el mar, Spencer Tracy parecía un actor gordo y rico haciendo el papel de un pescador. Acerca de la escena de amor entre Gary Cooper e Ingrid Bergman en "Por quién doblan las campanas", opina: la gran escena de amor... y él nunca se quitó el abrigo. Qué curiosa forma de hacer el amor, con el abrigo puesto. Aunque las actrices le merecían distinta opinión: Las únicas [adaptaciones] que pude ver hasta el final fueron "Los asesinos" y "Tener o no tener"... Supongo que Ava Gardner y Lauren Bacall tuvieron mucho que ver en ello.

En el libro tienen también una presencia importante la guerra (Hemingway combatió en Europa durante la Primera Guerra Mundial y fue corresponsal durante la Guerra Civil Española y la Segunda Guerra Mundial), los toros a los que tanto se aficionó en sus visitas a España, la caza, la pesca y los safaris. Y, por supuesto, tres temas universales:
 las mujeres, la vida y la muerte.

La personalidad de Hemingway era tan magnética que era capaz de conseguir que su barbero le prestara mil francos para apostar en las carreras, o que los camareros de la Closerie des Lilas hicieran una colecta para ayudarle a pagar un cuadro de Miró. Pero qué otra cosa podía hacer un hombre que cuando imaginaba la vida en el cielo, después de la muerte, la imaginaba en el Ritz de París. Hemingway vivió intensamente. Y precisamente por eso su literatura ha sido tan significativa. Porque para escribir sobre la vida, primero hay que vivirla!.

LA BUENA VIDA SEGUN HEMINGWAY. A. E. HOTCHNER. Traducción de Juan Gabriel Vasquez. Ed. Belacqva. Barcelona, 2008. 147 páginas.
Tomado de http://www.hemingway.es/

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