Hoy día, se ha puesto de moda la búsqueda de fuentes alternativas de energía. No se habla, no obstante, de la energía más antigua que conoce el mundo. Más antigua aun que el combustible fósil. Una energía más poderosa incluso que la producida por la fisión del átomo. La energía que hizo al hombre erguirse en sus dos piernas y alcanzar esta modernidad de hoy. Una energía que equivocadamente usada, ha causado muchos de los grandes males de esta humanidad a través de los siglos de su existencia.
Esa energía es el amor que cada ser humano lleva en si mismo. Pues fue el amor el que nos irguió por encima de las otras especies a esta estatura de hoy y quizás nos lleve más alto y más lejos en el futuro.
Mal interpretada ha causado guerra, destrucción y muerte, de hecho, la mayor parte de la historia sangrienta tiene que ver con el amor a la patria, a una bandera, a una tierra que se asume en propiedad, mal entendidos, puestos por encima del amor mayor, el amor al prójimo.
Si hoy día, cuando conversan litigantes de cosas de las que depende la vida de muchos, dijeran en su interior, aun antes de pronunciar palabras, yo amo a este hombre como a mi hijo o a mi madre o mi padre, de seguro el entendimiento estaba a poca distancia de pronunciar esa primera palabra.
Por mucho repetir, no hay amor en derramar la sangre del prójimo, en causar sufrimiento por el amor mal entendido, ya sea a sabiendas o por desconocimiento.
No será el agua, el etanol, las mareas los que extiendan la existencia humana, y sí el amor. Nada es más perdurable que el amor, ni el sol, ni las estrellas, ni la galaxia. Porque de él nacimos y el nos sobrevivirá.
La piedra filosofal y el perpetum mobile, los cuales ha perseguido el ser humano, están dentro de si, prestos a entregarse a los semejantes como energía infinita e inagotable.
Si el dictador cubano usara la mínima parte de este amor que todos llevamos, quizás su vida no terminara con la futilidad que la ha vivido “…antes que se oscurezca el sol, y la luz, y la luna y las estrellas, y vuelvan las nubes tras la lluvia; cuando temblarán los guardas de la casa, y se encorvarán los hombres fuertes, y cesarán las muelas porque han disminuido, y se oscurecerán los que miran por las ventanas; y las puertas de afuera se cerrarán, por lo bajo del ruido de la muela; cuando se levantará a la voz del ave, y todas las hijas del canto serán abatidas; cuando también temerán de lo que es alto, y habrá terrores en el camino; y florecerá el almendro, y la langosta será una carga, y se perderá el apetito; porque el hombre va a su morada eterna, y los endechadores andarán alrededor por las calles; antes que la cadena de plata se quiebre, y se rompa el cuenco de oro, y el cántaro se quiebre junto a la fuente, y la rueda sea rota sobre el pozo; y el polvo vuelva a la tierra, como era…”, porque “…Vanidad de vanidades, dijo el Predicador, todo es vanidad.”