En un cabaret de Varadero, un cubano imita a Michael Jackson.
Un turista descubrió un cuadro del rey del pop en el estudio de un pintor . Otro, lo fotografió a través de la ventana.
Para los de mi generación, lo máximo eran Frank Sinatra, Nat King Cole y Elvis Presley. En aquellos años, los pudimos disfrutar sin censuras. Peor suerte tuvo la siguiente horneada juvenil: a escondidas tuvieron que oír jazz. Los Beatles, el rock y la música proveniente del "capitalismo y el imperialismo" fueron perseguidos con saña por quienes a partir de 1959 decidieron convertir a Cuba en una finca personal, al mejor estilo de Birán.
De la hoguera se salvaron unos pocos, entre ellos Michael Jackson. Porque el brasileño Roberto Carlos estuvo un montón de años prohibido sólo porque el estribillo de una de sus canciones, "yo quiero tener un millón de amigos" era el tema musical de la sección dedicada a los oyentes en la Voz de las Américas, emisora oficial del gobierno de Estados Unidos.
Mis hijos y los amigos de su edad no podían escuchar las últimas canciones ni ver los últimos videoclips del exintegrante de los Jackson Five. Pero las pocas canciones que les llegaban, fueran autorizadas por el partido o de un cassette de audio conseguido underground, en el primer motivito las ponían en la grabadora y las bailaban, con el famoso pasillito incluido. Faltaba más, que en una isla de bailadores de rumba, guaguancó, mambo y chachachá, los jóvenes no fueran capaces de hacer cualquier paso de baile, aunque éste se llamara moonwalker.
Se las aprendían en un inglés macarrónico, al extremo que hubo una, que como no entendían la letra, la cubanizaron y cuando llegaba el estribillo a coro cantaban "se me cae la trusa, se me cae la trusa".
Dicen que ayer la noticia de la inesperada muerte de Michael Jackson corrió como pólvora desde San Antonio a Maisí. Fue y es la noticia. En las casas, esquinas, colas, parques, bateyes, guaguas...
El espacio que Granma no le dedicó a Celia Cruz se lo dedicó a él. El título de Juventud Rebelde era poco original, el texto estuvo mejor. Prensa Latina decidió irse con la de trapo.
Radio Reloj prefirió destacar la presencia en La Habana del cantante colombiano Juanes. Y por Radio Nuevitas nos enteramos del próximo lanzamiento de un disco con Buenavista Social Club y los británicos Mick Jagger y Amy Winehouse, con veinte temas, entre ellos uno de Michael Jackson.
Ayer en el teatro Apolo de Nueva York, espontáneamente empezaron a congregarse personas de todas las edades. Para escuchar y bailar sus canciones. Espontáneamente también, en Cuba, ayer, hoy, los próximos días, meses y años, los cubanos continuarán escuchando y bailando sus canciones. Igual que siguen haciendo con Benny Moré, Miguel Matamoros, Pacho Alonso, Elena Burke, Arsenio Rodríguez, Pérez Prado, Ernesto Lecuona, Celia Cruz y tantos otros. Porque si hay dos países que pueden enorgullecerse de sus músicos, esos son Cuba y los Estados Unidos.
Tania Quintero
Fotos: tweetypie71, paperocks.a.k.a.evalinda y Jaqme, Flickr.
Un turista descubrió un cuadro del rey del pop en el estudio de un pintor . Otro, lo fotografió a través de la ventana.
Para los de mi generación, lo máximo eran Frank Sinatra, Nat King Cole y Elvis Presley. En aquellos años, los pudimos disfrutar sin censuras. Peor suerte tuvo la siguiente horneada juvenil: a escondidas tuvieron que oír jazz. Los Beatles, el rock y la música proveniente del "capitalismo y el imperialismo" fueron perseguidos con saña por quienes a partir de 1959 decidieron convertir a Cuba en una finca personal, al mejor estilo de Birán.
De la hoguera se salvaron unos pocos, entre ellos Michael Jackson. Porque el brasileño Roberto Carlos estuvo un montón de años prohibido sólo porque el estribillo de una de sus canciones, "yo quiero tener un millón de amigos" era el tema musical de la sección dedicada a los oyentes en la Voz de las Américas, emisora oficial del gobierno de Estados Unidos.
Mis hijos y los amigos de su edad no podían escuchar las últimas canciones ni ver los últimos videoclips del exintegrante de los Jackson Five. Pero las pocas canciones que les llegaban, fueran autorizadas por el partido o de un cassette de audio conseguido underground, en el primer motivito las ponían en la grabadora y las bailaban, con el famoso pasillito incluido. Faltaba más, que en una isla de bailadores de rumba, guaguancó, mambo y chachachá, los jóvenes no fueran capaces de hacer cualquier paso de baile, aunque éste se llamara moonwalker.
Se las aprendían en un inglés macarrónico, al extremo que hubo una, que como no entendían la letra, la cubanizaron y cuando llegaba el estribillo a coro cantaban "se me cae la trusa, se me cae la trusa".
Dicen que ayer la noticia de la inesperada muerte de Michael Jackson corrió como pólvora desde San Antonio a Maisí. Fue y es la noticia. En las casas, esquinas, colas, parques, bateyes, guaguas...
El espacio que Granma no le dedicó a Celia Cruz se lo dedicó a él. El título de Juventud Rebelde era poco original, el texto estuvo mejor. Prensa Latina decidió irse con la de trapo.
Radio Reloj prefirió destacar la presencia en La Habana del cantante colombiano Juanes. Y por Radio Nuevitas nos enteramos del próximo lanzamiento de un disco con Buenavista Social Club y los británicos Mick Jagger y Amy Winehouse, con veinte temas, entre ellos uno de Michael Jackson.
Ayer en el teatro Apolo de Nueva York, espontáneamente empezaron a congregarse personas de todas las edades. Para escuchar y bailar sus canciones. Espontáneamente también, en Cuba, ayer, hoy, los próximos días, meses y años, los cubanos continuarán escuchando y bailando sus canciones. Igual que siguen haciendo con Benny Moré, Miguel Matamoros, Pacho Alonso, Elena Burke, Arsenio Rodríguez, Pérez Prado, Ernesto Lecuona, Celia Cruz y tantos otros. Porque si hay dos países que pueden enorgullecerse de sus músicos, esos son Cuba y los Estados Unidos.
Tania Quintero
Fotos: tweetypie71, paperocks.a.k.a.evalinda y Jaqme, Flickr.
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