La Habana, Cuba, 1956 Foto original e inédita. |
Por Tania Quintero.
Nací en 1942 y en mi niñez, al no tener televisor ni tocadiscos en la casa, y no poder ir todas las semanas al cine, a pesar que la entrada costaba 0,20 centavos en el Roosevelt, el cine de mi barrio, lo que más me gustaba era escuchar la radio y mirar revistas, como National Geographic Magazine, Good Housekeeping, Life, Bohemia, Selecciones y Vanidades.
Mis libros preferidos fueron La Edad de Oro, Pulgarcito, Mujercitas, La vuelta al mundo en 80 días, La cabaña del tío Tom, Las aventuras de Tom Sawyer, Huckleberry Finn, Oliver Twist y David Copperfield. Los muñequitos o historietas no me gustaban, con excepción de La pequeña Lulú.
De mi infancia recuerdo que la ropa de gingham estuvo de moda. En una pequeña tienda de tejidos y artículos para coser, en Lucerna, el otro día vi rollos de gingham, de distintos colores y con cuadros más grandes o pequeños. El metro costaba 15.90 francos suizos (unos 15 dólares).
Cuando era niña, los suéters más usados eran de orlon, fibra sintética producida por la empresa estadoundinse Du Pont durante la Segunda Guerra Mundial. Tanto el orlon como el corduroy eran ideales para los suaves inviernos cubanos.
Aunque las muchachitas ya usáramos "ajustadores" o sostenedores, encima nos poníamos un corpiño y, debajo, una sayuela. En vez de dos piezas, había quien prefería una sola, llamada refajo, ya en desuso.
Entonces no era costumbre y se consideraba de mal gusto, que una adolescente mostrara sus prendas interiores. El corpiño y la sayuela (o sayuelas, porque en ocasiones se usaban dos o tres, para que la falda quedara bien "parada") o el refajo, permitían ponerse vestidos transparentes.
Cuando llegaban las vacaciones de verano, siempre me iba con mi mamá a Sancti Spiritus, su provincia natal. Algunas amiguitas iban a Guanabo, la playa más popular en mi época. La marca más conocida de trusas o trajes de baño usada por las cubanas era la Jantzen, de fabricación americana.
La moda playera tuvo una buena propagandista en la nadadora y actriz Esther Williams, muy famosa en Cuba en los años 40 y 50. De la Williams vendían "cuquitas" (paper dolls) en el Ten Cent de Galiano, que después de 1959 dejó de ser lo que era: una gran tienda muy surtida y al alcance de toda la población.
En el Ten Cent también había "cuquitas" (paper dolls) de Doris Day, mi estrella favorita, que aún vive. Además de cantar y bailar, Doris Day actuó en comedias y melodramas. Junto a James Stewart, protagonizó la segunda versión que Alfred Hitchcock hizo en 1956 de "El hombre que sabía demasiado". En ese filme interpreta Qué será, será, ganadora de un Oscar a la mejor canción.
A los lectores más jóvenes tal vez llame la atención la influencia de lo yankee. Hasta el 3 de febrero de 1961, entre Cuba y Estados Unidos existieron relaciones diplomáticas, comerciales y culturales. En mis años mozos, Estados Unidos no era visto como un país enemigo de los cubanos. Ese "odio" vino después, con la llegada de los barbudos al poder.
Tomado de Cuba: ¿Paraíso Perdido?
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