Rigoberto todavía recuerda el olor de los billetes verdes mensualmente enviados desde Nueva Jersey por su hermano. “Estaban tan estirados que usted los podía parar en fila uno detrás del otro. Con los 250 dólares que me giraba, se podía comprar casi dos veces más que ahora”, recuerda a la salida de una pequeña sucursal de la Western Unión, ubicada en el ‘mall’ de Carlos III, donde acababa de cobrar 300 dólares.
Pero en 2005, Fidel Castro fue pillado por autoridades del Departamento del Tesoro de Estados Unidos cambiando billetes viejos por nuevo, en una cuenta de 4 mil millones de dólares que entidades cubanas tenían depositados en sucursales del banco suizo UBS. Esto provocó una multa de 100 millones de dólares que el banco helvético pagó sin chistar, pero rompió sus transacciones con Cuba.
Entonces un Castro notablemente crispado le colocó un ‘impuesto revolucionario’ del 20% a la moneda de su enemigo público número uno. De paso, le cargó un gravamen del 8% al resto de las divisas. Como consecuencia, el poder adquisitivo del dólar cayó en barrena. Ya antes del excesivo impuesto al dólar, las tiendas por divisas en Cuba habían subido entre un 15 y un 30%  el valor a sus mercancías.
Cada año, en particular desde la Florida, los más de 800 mil cubanos que allí residen envían unos mil millones de dólares a sus parientes en la isla, por la Western Unión, mediante ‘mulas’ o agencias que como flores surgen.
Ese misma cantidad, en 1999 tenía una capacidad de compra de 1.40 superior comparado con la actual. Les pongo un ejemplo. Con 100 dólares, en 2011 usted puede adquirir 60 dólares de los bienes que compraba en el 99. Ahora mismo, los precios del aceite comestible en divisas han sido aumentados: el de fabricación nacional, de 2.15 a 2.40 y el de importación, de 2.40 a 2.60. El aceite es uno de los productos más consumidos por las familias, porque el asignado por la libreta de racionamiento -un cuarto de litro per cápita al mes- no alcanza.
Entre el 10% del ‘impuesto revolucionario’ -desde marzo se rebajó a la mitad- y las subidas de precios en artículos de primera necesidad, la gente ve cómo por arte de magia se diluyen los dólares enviados por sus parientes.
En 1993 surgieron y por todo el país se extendieron las tiendas recaudadoras de divisas (TRD). Antes de esa fecha, eran pocos los comercios por dólares y su venta estaba destinada a diplomáticos, técnicos extranjeros y turistas. Pero las TRD nacieron con una voracidad impositiva feroz.
Con gravámenes que rondan el 240% a la mayoría de productos ofertados. Además de recaudar el imprescindible dólar tan necesario en las arcas semivacías de la nación, esto provocado una deformación económica notable. Por si no bastara, empresas cubanas, lastradas por la poca productividad y los costos elevados, para hacerlas rentables, venden alegremente mercaderías por divisas. A este fenómeno le llaman “circuito cerrado de producción”.
Según Orlando, economista retirado, esos bienes y servicios que se ofertan en dólares traen aparejado una economía bicéfala. “Todas las empresas que gestionan en divisas, venden y compran sus servicios en esa moneda, aunque a sus obreros les pagan en pesos”. El salario promedio en Cuba equivale a unos 20 dólares mensuales.
Si usted recorre las tienda habaneras, observará que hay una gran cantidad de bienes de producción nacional. Lo absurdo es que muchas veces, artículos como los jugos de frutas, textiles o mayonesas cuestan más caro que los importados.
Economistas consultados opinan que este fenómeno retardará la unificación de las dos monedas: el peso cubano (CUP) y el peso cubano convertible (CUC). Situación que afecta, y bastante, a los trabajadores, quienes cobran en pesos y tienen que comprar una parte importante de la canasta básica por divisas.
Si quieres vestir a la moda, tienes que pagar con una moneda con la cual el Estado no te paga. Igual si quieres comprar una lavadora automática. Para poder reparar el  60% de viviendas en mal estado constructivo en el país, necesariamente se necesita moneda dura. Lo peor es que obtener divisas no depende del esfuerzo laboral. A no ser que usted sea un músico notable, intelectual destacado, deportista de élite o funcionario del gobierno con posibilidades de viajar al exterior, el ingreso legal en divisas siempre será exiguo.
Sólo un 25% de los empleados estatales cobran un minúsculo por ciento en moneda dura. Es el caso de ETECSA, única empresa de telecomunicaciones en Cuba, que va desde los 10 dólares a los 40 que cobran los jefes de departamentos. “Los diez dólares que recibo nada más me alcanzan para comprar una botella de aceite, una caja de detergente y varios jabones”, asegura Mirta.
Es por ello que las remesas son vitales para las familias en la isla. Las cifras hablan por sí solas. Por una u otra vía, un 60% de los cubanos recibe dólares o euros enviados con asiduidad por parientes y amigos en el extranjero. Esa franja mayoritaria, del 2000 a la fecha ha visto descender el poder adquisitivo de los dólares en un 40%.
A esto, súmele que debido a la crisis económica mundial que asola a Estados Unidos y España, los principales países donde residen exiliados cubanos, muchos compatriotas también se las están viendo negras. Y siguen enviando igual cantidad de dinero que en 1999, incluso menos. Ahora la plata alcanza sólo para comer.
De cualquier manera, quienes reciben remesas son unos privilegiados. Existe un 40% de cubanos que sólo ve los dólares en las películas. Ésos sí que están mal.
Iván García
Publicado con autorización del autor.
Foto: Rolando Pujol, EFE