Por Tania Quintero
La historia de la revolución cubana está plagada de acontecimientos sórdidos y tenebrosos. Siguiendo el patrón de los regímenes totalitarios, astutamente ha sabido deshacerse de ellos y "borrarlos" de su memoria.
Más tarde o más temprano todo se sabrá, con pelos y señas. Tal vez cuando los estudiosos puedan libremente averiguar en la Isla, muchos testigos habrán muerto. Pero siempre se encontrará una huella que conduzca al descubrimiento de la verdad.
Por muy oscuro que sea el túnel de la represión y el autoritarismo, los investigadores tendrán suficiente paciencia para caminar por las tinieblas hasta encontrar la luz. Ese tesón lo ha demostrado en España el irlandés Ian Gibson, hispanista que desde 1965 investiga los últimos días del poeta granadino Federico García Lorca, fusilado el 18 de agosto de 1936.
Cubanólogos no faltarán para descifrar la misteriosa desaparición de Camilo Cienfuegos, en octubre de 1959. Ni tampoco las circunstancias que llevaron al suicidio a figuras emblemáticas de la revolución como Osvaldo Dorticós y Haydée Santamaría, entre otros.
Una exhaustiva pesquisa pudiera aclarar interrogantes sobre episodios poco conocidos, como las discrepancias que en los años 60 se produjeron entre Fidel Castro y uno de los más connotados líderes del Partido Socialista Popular, Anibal Escalante Dellundé.
Después que un cineasta alemán descorriera el velo, en su momento se sabrá si los servicios cubanos de inteligencia (y particular -y casualmente- Fabián Escalante, sobrino de Aníbal) tuvieron alguna vinculación con el atentado que el 20 de noviembre de 1963 le costara la vida al presidente John F. Kennedy y a su supuesto asesino, Lee H. Oswald.
Sobran las dudas acerca de cuestiones tan disímiles como la cifra exacta de los cubanos muertos en Angola o las razones que han llevado al gobierno cubano a establecer vínculos e incluso dar cobijo a miembros de organizaciones terroristas como ETA, FARC, IRA...
A no ser por las revelaciones hechas en 2004 por la revista mexicana Proceso, poco se sabe de las conversaciones secretas sostenidas en 1985-86, durante el mandato de Ronald Reagan, entre emisarios de los gobiernos de Cuba y Estados Unidos, frustradas por la salida al aire de Radio Marti el 20 de mayo de 1986.
Algún día conoceremos toda la trama que desembocó en la Causa 1 de 1989 y en el fusilamiento de dos fieles generales, Arnaldo Ochoa y Tony de la Guardia. Dos años después, en 1991, uno de los hombres de más confianza de Fidel Castro y que mucho sabía, José Abrantes, exministro del Interior, moriría de un "infarto" en la prisión de Guanajay, donde cumplía una condena de 20 años de privación de libertad.
En Cuba viven cientos de cubanos condenados al silencio. No pueden hablar, so pena de ir a prisión o sufrir un "accidente mortal". Tampoco pueden salir legalmente del país. La mayoría de estos amordazados han pertenecido a las FAR o el MININT o han sido dirigentes del partido o la administración central del Estado. Protagonistas o testigos de hechos de los cuales nada se debe saber. Al menos por ahora.
En ocasiones ni siquiera se trata de "secretos estatales" o asuntos de importancia nacional. En la década de 1990, en el municipio de 10 de Octubre, a un simple empleado se le ocurrió denunciar la corrupción existente en la dirección de comercio y gastronomía municipal. Y al hombre casi lo volvieron loco, luego de recluirlo en un hospital psiquiátrico y haber tenido que soportar amenazas de todo tipo.
En 2006, un periodista independiente desde La Habana informaba sobre el caso de una abogada perteneciente a la industria alimenticia y a quien le han hecho la vida "un yogurt" por denunciar turbias negocios con la leche en polvo y otros productos lácteos.
El no comment puede tener un origen trágico. En 1961-63 daba clases en una escuela de superación para antiguas criadas, cuando una de mis alumnas se ausentó una semana. Cuando volvió, me dijo que al terminar las clases hablaría conmigo en la calle.
Me contó que en medio de un ciclón, su hermano iba en un jeep a toda velocidad y no se percató de que por la carretera, en sentido contrario, venía una caravana de vehículos ni de las señales que le hacían. En uno de ellos viajaba Fidel Castro. Al no detenerse, los escoltas dispararon sus metralletas. El hermano de mi alumna murió al instante. Cuando se supo que habían matado a un inocente, por el Estado corrieron los gastos del funeral. Además de una indemnización monetaria, a la familia le construyeron una casa.
-Seño, nos dijeron que no podíamos decírselo a nadie. Pero ya que nosotros no podemos hablar, me gustaría que cuando pasen los años, usted lo contara. Hasta ese día mi familia y yo fuimos revolucionarios y creímos en Fidel.
Foto: habanasucia, Flickr
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