A estas horas hace 13 años estaba llegando a Los Cayos de la Florida para participar en la segunda flotilla a Cuba en menos de dos meses. Eran los tiempos en que muchos exiliados soñábamos con regresar a la isla en flotilla. Pensaba que ese sábado seria el día. Encontré el muelle eufórico. Abarrotado de cubanos exiliados y prensa de todo el mundo. Enseguida me subí al Sundown II, la embarcación mas grande de la flotilla organizada por el Movimiento Democracia (www.democracia.org). El enorme barco había sido alquilado por las organizaciones Agenda:Cuba (www.agendacuba.org) y Cuban American Veterans Association, CAVA ( www.veteranscava.org).
El Sundown II volaba la bandera pirata de la carabela y pedí que fuera retirada. Días antes el régimen de La Habana nos tildaba de “flotipandilleros” y entendía que con esa bandera le hacíamos el juego a la dictadura. En su lugar, arriba del techo del buque colgamos un enorme letrero amarillo y negro con el lema: “NO CASTRO NO PROBLEM”.
Buena parte de aquella madrugada nos la pasamos rechazando a personas que querían subirse a bordo. Ya éramos en la lista de pasajeros 48 y no podíamos con mas. Recuerdo que la cosa se puso fea y Jorge Acosta se tuvo que poner duro con unos muchachos que querían subir a las fuerzas.
Así fue que esa mañana por fin zarpamos rumbo sur. Poco rato después el Sundown II se hundiría en cinco minutos a mas dar. Fue de esta manera que apenas saliendo de las costas de la Florida nos encostrábamos los tripulantes flotando en alta mar por horas ya que el resto de las embarcaciones estaban mucho mas adelante que nosotros. No sabían de nuestro naufragio.
Fue en el mar, flotando, que conocí a Lázaro Gutiérrez. El matancero no había visto a Cuba en 18 años. El hombre estaba muy nervioso. No sabia nadar. Los que estabamos a su alrededor por fin logramos calmarlo explicándole que el salvavidas que tenia puesto no lo dejaría ahogarse.
Lázaro quería volver a ver la tierra que lo vio nacer. Murió intentándolo. Un paro cardiaco extinguió su vida a bordo de una embarcación de los Guardia Fronteras de Estados Unidos (www.uscg.mil). Poco antes de su muerte, en medio del oleaje, cantaba junto a los demás náufragos (hombres y mujeres de todas las edades) el Himno Nacional Cubano. Así murió Lázaro Gutiérrez un día como hoy hace 13 años. Día que dejaría marcada su huella en mi vida para siempre.
Comparto un pedazo de un articulo de Dora Amador publicado días después en el Nuevo Herald (www.elnuevoherald.com) sobre el hundimiento de aquel 2 de septiembre.
Que la Virgen de la Caridad, cuyo día celebramos mañana, haya surgido sobre las aguas para salvar a tres cubanos que zozobraban hace casi 400 años, fue el doloroso presagio de nuestro destino, un incesante naufragio. Ese designio incomprensible se repitió el sábado 2 de septiembre, día en que zarpó la flotilla del Movimiento Democracia rumbo al límite de las 12 millas de Cuba. Cuando comenzaron a llegar las noticias a través de la radio y después las imágenes del desastre del Sundown II; cuando vi aquellos cuerpos flotando en el mar naufragó mi espíritu. Cuando supe la muerte de Lázaro Gutiérrez, un hombre a quien no conocía, sentí tan cerca su fervor, el mío, y me golpeó comprender súbitamente que este hombre encarnaba a todo un pueblo, patético e impotente. A Lázaro lo quemaba una llama que lo llevó a la muerte. Cuando después vi la congoja reflejada en el rostro de Ramón Saúl Sánchez, líder del Movimiento Democracia, y escuché su decisión de abortar la flotilla, mi angustia creció, pero comprendí: en la lucha pacífica de protesta y desobediencia civil se contemplan esas desgracias: hay accidentes, hay muertes, pero jamás ocasionadas por un acto de violencia de parte de quienes ejercen esta táctica. Cierto que fue irresponsable abordar ese barco y permitir su salida, pero no nos detengamos ahora solo en inculparnos, lamentarnos o avergonzarnos del "rídiculo", porque no lo fue. Fue una tragedia, una desgracia. Otra más.
El Sundown II volaba la bandera pirata de la carabela y pedí que fuera retirada. Días antes el régimen de La Habana nos tildaba de “flotipandilleros” y entendía que con esa bandera le hacíamos el juego a la dictadura. En su lugar, arriba del techo del buque colgamos un enorme letrero amarillo y negro con el lema: “NO CASTRO NO PROBLEM”.
Buena parte de aquella madrugada nos la pasamos rechazando a personas que querían subirse a bordo. Ya éramos en la lista de pasajeros 48 y no podíamos con mas. Recuerdo que la cosa se puso fea y Jorge Acosta se tuvo que poner duro con unos muchachos que querían subir a las fuerzas.
Así fue que esa mañana por fin zarpamos rumbo sur. Poco rato después el Sundown II se hundiría en cinco minutos a mas dar. Fue de esta manera que apenas saliendo de las costas de la Florida nos encostrábamos los tripulantes flotando en alta mar por horas ya que el resto de las embarcaciones estaban mucho mas adelante que nosotros. No sabían de nuestro naufragio.
Fue en el mar, flotando, que conocí a Lázaro Gutiérrez. El matancero no había visto a Cuba en 18 años. El hombre estaba muy nervioso. No sabia nadar. Los que estabamos a su alrededor por fin logramos calmarlo explicándole que el salvavidas que tenia puesto no lo dejaría ahogarse.
Lázaro quería volver a ver la tierra que lo vio nacer. Murió intentándolo. Un paro cardiaco extinguió su vida a bordo de una embarcación de los Guardia Fronteras de Estados Unidos (www.uscg.mil). Poco antes de su muerte, en medio del oleaje, cantaba junto a los demás náufragos (hombres y mujeres de todas las edades) el Himno Nacional Cubano. Así murió Lázaro Gutiérrez un día como hoy hace 13 años. Día que dejaría marcada su huella en mi vida para siempre.
Comparto un pedazo de un articulo de Dora Amador publicado días después en el Nuevo Herald (www.elnuevoherald.com) sobre el hundimiento de aquel 2 de septiembre.
Que la Virgen de la Caridad, cuyo día celebramos mañana, haya surgido sobre las aguas para salvar a tres cubanos que zozobraban hace casi 400 años, fue el doloroso presagio de nuestro destino, un incesante naufragio. Ese designio incomprensible se repitió el sábado 2 de septiembre, día en que zarpó la flotilla del Movimiento Democracia rumbo al límite de las 12 millas de Cuba. Cuando comenzaron a llegar las noticias a través de la radio y después las imágenes del desastre del Sundown II; cuando vi aquellos cuerpos flotando en el mar naufragó mi espíritu. Cuando supe la muerte de Lázaro Gutiérrez, un hombre a quien no conocía, sentí tan cerca su fervor, el mío, y me golpeó comprender súbitamente que este hombre encarnaba a todo un pueblo, patético e impotente. A Lázaro lo quemaba una llama que lo llevó a la muerte. Cuando después vi la congoja reflejada en el rostro de Ramón Saúl Sánchez, líder del Movimiento Democracia, y escuché su decisión de abortar la flotilla, mi angustia creció, pero comprendí: en la lucha pacífica de protesta y desobediencia civil se contemplan esas desgracias: hay accidentes, hay muertes, pero jamás ocasionadas por un acto de violencia de parte de quienes ejercen esta táctica. Cierto que fue irresponsable abordar ese barco y permitir su salida, pero no nos detengamos ahora solo en inculparnos, lamentarnos o avergonzarnos del "rídiculo", porque no lo fue. Fue una tragedia, una desgracia. Otra más.
Uf!!! Guardo silencio. Es una historia conmovedora...
ResponderEliminarUf!!! Guardo silencio. Es una historia conmovedora...
ResponderEliminarfantomas. escribeme a; enrisco@aol.com
ResponderEliminarabrazos.
Por fin, pudo ver a su Cuba ese día.
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