RAÚL RIVERO
El Mundo,15/9/08
El Mundo,15/9/08
La gente de adentro, los cubanos sin techos, sin agua potable y sin pan, ¿a quién quieren en noviembre en la silla presidencial en la Casa Blanca, a Barak Obama o a John McCain? Al que pongan los norteamericanos. No hay tiempo, ni deseos, ni voluntad de especular. Lo que quieren es que la dictadura abandone la soberbia, la ambición de poder y deje de hacer propaganda en medio del desastre de un país arrasado.
Los debates de las posiciones de los republicanos y demócratas sobre el embargo comercial y las futuras relaciones con la isla son de interés sólo para profesores y expertos distantes. Las elecciones en Estados Unidos no pueden estar en la preocupación de una ciudadanía que lleva medio siglo sin elecciones. Nadie acosado por una tragedia va a tener en cuenta los discursos políticos.
La televisión oficial dedica en estos días grandes espacios al décimo aniversario del encarcelamiento en Norteamérica de unos agentes cubanos, al conflicto boliviano y al figurín de Hugo Chávez, mientras limita a unos reportajes triunfalistas y llenos de consignas el paso destructor de dos huracanes por casi todo el territorio nacional.
Quienes salieron mojados de sus pesadillas después de la travesía de Gustav y de Ike, se encontraron en una nación que pasó en una semana de la pobreza a la miseria y no pueden dedicarse a nada que no sea su supervivencia y la de su familia.
Lo que quieren quienes viven y caminan ahora entre los escombros y en el escenario real de una catástrofe humanitaria, es que se abran las fronteras a las ayudas del exterior sin los resabios y los prejuicios de una cúpula que lo tiene todo y se quiere presentar como la traductora infalible de la voluntad popular.
Quieren que su país, con más de medio millón de viviendas dañadas y pérdidas generales de unos 10.000 millones de dólares, sea una casa habitable en libertad por todos.
En el pueblo de Antilla, en el oriente y en Los Palacios, en el occidente, se necesitan recursos para que no haya peleas a machetazos por unas tejas de asbesto cemento, un hombre no tenga que salir a luchar por unos plátanos para el almuerzo de su casa y una multitud no abacore a alguien que trata de repartir unas mudas de ropa.
Se necesita atención y seriedad ante esas ruinas. Ayudas para todos los damnificados, incluidos los 183 hombres y mujeres que aparecen en la primera lista de opositores, disidentes y familiares de los presos políticos que Agenda para la Transición ha puesto a circular desde La Habana.
Sí, también para ellos, más desguarnecidos que nadie con el cartel de enemigos en sus puertas descalabradas por las brigadas paramilitares y sacudidas ahora por el viento y la lluvia.
Los debates de las posiciones de los republicanos y demócratas sobre el embargo comercial y las futuras relaciones con la isla son de interés sólo para profesores y expertos distantes. Las elecciones en Estados Unidos no pueden estar en la preocupación de una ciudadanía que lleva medio siglo sin elecciones. Nadie acosado por una tragedia va a tener en cuenta los discursos políticos.
La televisión oficial dedica en estos días grandes espacios al décimo aniversario del encarcelamiento en Norteamérica de unos agentes cubanos, al conflicto boliviano y al figurín de Hugo Chávez, mientras limita a unos reportajes triunfalistas y llenos de consignas el paso destructor de dos huracanes por casi todo el territorio nacional.
Quienes salieron mojados de sus pesadillas después de la travesía de Gustav y de Ike, se encontraron en una nación que pasó en una semana de la pobreza a la miseria y no pueden dedicarse a nada que no sea su supervivencia y la de su familia.
Lo que quieren quienes viven y caminan ahora entre los escombros y en el escenario real de una catástrofe humanitaria, es que se abran las fronteras a las ayudas del exterior sin los resabios y los prejuicios de una cúpula que lo tiene todo y se quiere presentar como la traductora infalible de la voluntad popular.
Quieren que su país, con más de medio millón de viviendas dañadas y pérdidas generales de unos 10.000 millones de dólares, sea una casa habitable en libertad por todos.
En el pueblo de Antilla, en el oriente y en Los Palacios, en el occidente, se necesitan recursos para que no haya peleas a machetazos por unas tejas de asbesto cemento, un hombre no tenga que salir a luchar por unos plátanos para el almuerzo de su casa y una multitud no abacore a alguien que trata de repartir unas mudas de ropa.
Se necesita atención y seriedad ante esas ruinas. Ayudas para todos los damnificados, incluidos los 183 hombres y mujeres que aparecen en la primera lista de opositores, disidentes y familiares de los presos políticos que Agenda para la Transición ha puesto a circular desde La Habana.
Sí, también para ellos, más desguarnecidos que nadie con el cartel de enemigos en sus puertas descalabradas por las brigadas paramilitares y sacudidas ahora por el viento y la lluvia.
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